domingo, 27 de noviembre de 2016

Embalse de Guadalix.

El pasado 18 de noviembre, nos juntamos varios miembros de Anapri y nos dimos una vuelta por el embalse de Guadalix. Tras aparcar junto a la ermita y colocar el telescopio, realizamos una primera visual en la zona de paterío. Ya han llegado gran número de patos cuchara y ánade friso, que junto con el ánade real y las fochas eran las aves más abundantes. Algunas cercetas comunes había por la orilla, y entre los plumajes claros de las gaviotas, descubrimos un tarro blanco. Afinando y repasando todos los patos, descubrimos también a este bonito macho de silbón europeo.

Silbón europeo (Anas penelope)

Las agachadizas comunes estaban en las orillas perforando constantemente el barro en busca de alimento. En una zona con rocas rodeadas de agua, descansaban cormoranes y garzas reales.
A medida que nos alejábamos de la cola del embalse, las acuáticas se hacían menos numerosas, pudiendo ver por esta zona a los somormujos, más pescadores y buceadores. En los matorrales, se podían ver petirrojos, pinzones, alguna curruca cabecinegra y salían también a nuestro paso zorzales y mirlos comunes. Descubrimos mosquiteros comunes cantando y en lo alto de una encina disfrutamos de un zorzal charlo.
En esta ocasión decidimos subir a Peña Rubia y atajar monte a través para regresar hacia la furgo.

Peñarubia. Foto: Arsenio

Nos entretenemos con carboneros, herrerillos, agateadores y con 3 escribanos soteños, mientras de unas ruinas, salen volando varios gorriones chillones.
Ya en la vertiente norte, en la zona alta del embalse disfrutamos del colorido otoñal de los árboles y arbustos.


Pudimos ver la cicatriz abierta en la roca, quizás de alguna extracción de antaño, con el agua del embalse al fondo. Con estas bonitas vistas, paramos para desayunar.



Cuando ya habíamos comenzado el descenso, vemos un ave que se posa en lo alto de las ramas secas de un chopo, emitiendo un reclamo poco habitual. Al mirar con el teles, ahí estaba, un precioso ejemplar de zorzal real. Por nuestra zona es un invernante poco común o escaso y generalmente las irrupciones son de aves de Escandinavia, Finlandia y también de europa central.

Zorzal real (Turdus pilaris). Foto Arsenio

Con esta inesperada observación terminamos una relajada jornada de campo en nuestro cercano embalse de Guadalix.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Embalse de Santillana

El lunes pasado estuvimos dando una vuelta por el embalse de Santillana. Como tantas otras veces, lo primero que descubrimos fue un buen grupito de tarros canelos alimentándose en una finca con ganado. Al mirar con los prismáticos podemos contabilizar 14 tarros canelos y dos gansos del Nilo. Entre los tarros canelos, descubrimos un individuo con la cara muy blanca y el capirote grisaceo. Se trata de una especie diferente, es una hembra de Tarro del Cabo (Tadorna cana). Especie africana, que al igual que las dos anteriores, parecen haber llegado al embalse procedentes de escapes de colecciones privadas de anátidas. No es la primera vez que la vemos por aquí, pero es mucho menos frecuente que las otras dos.

Tarro canelo (Tadorna ferruginea) y Tarro del Cabo (Tadorna cana). Foto: Arsenio

Las miles de gaviotas reidoras y sombrías se desperezan para dirigirse a los vertederos donde se alimentan diariamente. Una única cigüeña blanca en la orilla junto a algún andarríos chico y en la lámina de agua se pueden ver grupitos de ánade azulón, frisos, cercetas comunes y patos cuchara. Entre los árboles y arbustos, nos acompañan los ya abundantes petirrojos invernantes.

Petirrojo (Erithacus rubecula). Foto: Arsenio

Algunas fochas lejanas se alimentan cerca de la orilla. No muy lejos, los somormujos lavanco realizan sus inmersiones en busca de peces y un grupito de cuatro zampullines comunes hacen lo propio.
Del encinar emprenden vuelo tres grullas. Procedentes del norte de Europa, vienen a España a pasar el invierno combinando zonas húmedas con encinares donde consiguen una buena fuente de alimento ingiriendo gran cantidad de bellotas. El embalse no es una zona de invernada, pero sí es utilizado casi todos los años por algunos individuos para descansar alguna noche y emprender viaje hacia tierras extremeñas posteriormente. En este caso, había un adulto con dos juveniles, probablemente sus pollos. En sus viajes, suele ir la familia unida.

Crulla (Grus grus). Foto: Arsenio

En las praderitas descubrimos banditos de pardillos, algunas veces mezclados con bisbitas pratenses. En las orillas muchas lavanderas blancas, un andarríos grande, dos bisbitas alpinos y también sorprendimos a un par de milanos reales. Al acercarnos sale también una hembra de aguilucho lagunero y en el suelo descubrimos una gaviota reidora de la que se estaban alimentando.

Milano real (Milvus milvus). Foto: Arsenio

Hasta cinco abubillas descubrimos en el recorrido. Podrían ser migradoras tardías, aunque cada vez más, algunas de ellas se quedan a pasar el invierno entre nosotros. Sonoros bandos de grajillas y el graznar de algunas cornejas nos delatan su presencia. Al mismo tiempo, algunos cormoranes grandes cruzan volando a ras del agua y el aflautado reclamo de dos archibebe claro nos hace descubrirles en vuelo y seguirles hasta posarse en la otra orilla, donde también hay varias garcetas comunes y una garceta grande.

Garceta grande (Casmerodius albus) . Foto: Arsenio

Ya terminando la ruta, nos despide una garza real muy confiada y entre los arbolillos algunos carboneros, herrerillos comunes, un chochín y algún agateador común.

Garza real (Ardea cinerea). Foto: Arsenio

Como siempre una mañana muy agradable, en muy buena compañía y con buen número de especies pajariles observadas.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Seguimiento de la migración postnupcial de cigüeña negra en el embalse del Pardo.

Como el año anterior, hemos realizado el seguimiento de la migración postnupcial de cigüeña negra en el embalse del Pardo.
La cigüeña negra es un ave catalogada como Vulnerable en el libro rojo de las aves de España. Esto significa, que la mejor evidencia de conocimiento disponible sobre la especie, nos hace pensar que se está enfrentando a un riesgo alto de extinción en estado silvestre.

Cigüeña negra (Ciconia nigra)


La población europea, desde la península Ibérica hasta los países del este, es en su gran mayoría migradora que inverna en el África Subsahariana y Medio Oriente.
En España cría en Andalucía, Castilla la Mancha, Castilla León, Extremadura y Madrid. Durante el periodo migratorio, las observaciones de la especie, se amplía a toda la península Ibérica, principalmente en el paso otoñal. Se trata mayoritariamente de individuos procedentes de Europa Occidental cuya ruta migratoria atraviesa el estrecho de Gibraltar. Existen varias zonas de invernada en España; Doñana y su entorno, determinados embalses de Extremadura, entre los que destaca el de Orellana y el valle del río Tiétar.

Cigüeña negra (Ciconia nigra)

El seguimiento que realizamos de la migración en el embalse del Pardo, nos puede dar información de como evolucionan las poblaciones a lo largo de los años, poniéndonos en alerta, en caso de apreciar descensos significativos en el número de individuos que hacen sus paradas en este enclave madrileño.

Cigüeña negra (Ciconia nigra)

 La especie, como tantas otras, se enfrenta a continuas amenazas como alteración del hábitat, contaminación de las aguas en sus zonas de alimentación, molestias humanas, colisión con tendidos eléctricos, incendios forestales y muerte por disparos.



Cigüeña negra (Ciconia nigra)

A continuación, las cifras registradas:

04/Julio.             4 individuos (1 juvenil)
09/Julio.             5 individuos.
01/Agosto.         8 individuos (3 adultos, 5 juveniles)
12/Agosto.         3 individuos.
16/Agosto.         2 individuos.
01/Septiembre    4 individuos.
07/Septiembre    9 individuos.
14/Septiembre  10 individuos.
19/Septiembre    7 individuos.
25/Septiembre  10 individuos.
1 y 2/Octubre     4 individuos.
22/Octubre         1 individuo.
26/Octubre         0 individuos.
07/Noviembre     0 individuos.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Riaño 4

En nuestro penúltimo día por tierras leonesas, las previsiones meteorológicas, daban lluvia.


Consensuamos y decidimos no madrugar mucho, y aprovechar para visitar la presa de Riaño y algunos de los pueblecitos cercanos.


Llegamos hasta el pueblecito Lois. Tras hacer un pequeño recorrido por sus calles y por su historia, y después de tomar un apetecible café calentito, abandonamos el lugar hacia nuestro alojamiento para comer allí tranquilamente y preparar la salida de la tarde.
En el regreso, en una de las praderitas junto a la carretera, descubrimos un bulto oscuro en el verde paisaje. !!Ostras¡¡, es un gato montés. Después de meternos en una pequeña pista y aparcar, nos acercamos sigilosamente y agachados hacia la zona donde le habíamos visto. Vaya, parecía que se había ido. Al incorporarnos, descubrimos que se encuentra muy cerquita de nosotros, de espaldas y totalmente concentrado en la caza. Unos breves instantes después, captura un topillo y se aleja al trote hacia la zona arbustiva, donde las urracas no dejan de chivar su presencia. Breve observación, pero muy intensa. Por Madrid no son fáciles de ver, así que lo disfrutamos con gran emoción.
Por la tarde, después de comer, nos dirigimos guiados por un amigo de David, a un hayedo cercano donde el día anterior se había visto un oso en la carretera. De nuevo y bajo la lluvia, descubrimos otro gato montés en otra pradera junto a la carretera. En esta ocasión, cuando nos acercamos ya no está. Nos comenta el compi, que por aquí son fáciles de ver.


Emprendemos recorrido por un hayedo bien conservado. La llovizna, en algún momento intensa, nos acompaña. Por el bosque, aparecen algunos robles diseminados, muchos de ellos marcados para ser cortados, lo que nos da pié a conversar sobre la gestión de algunos bosques en la zona.


Nos movemos por zona osera y lobera. No tarda en aparecer un rastro en el camino en forma de excremento de lobo. Como en todo este viaje, la sensación de sentirnos observados por estos animales no desaparece de nuestra cabeza. Y el encontrar estos rastros nos hace sentir muy buenas emociones.


Como en las anteriores ocasiones, el final de la jornada nos deja con las ganas de poder avistar alguno de estos increibles animales, lo que por otra parte, nos anima a seguir saliendo al campo en su búsqueda.
Como nuestra estancia por estas tierras se acaba, decidimos aprovechar nuestro regreso hacia Madrid, para, pegándonos un buen madrugón, hacer una espera al lobo en una zona limítrofe con Palencia.
Con noche cerrada y lluvia, realizamos esa espera. A medida que nos va abandonando la noche, nuestros torpes ojos van vislumbrando las siluetas de algunas vacas y caballos. Buscamos en la lejanía con nuestros prismáticos y telescopios, sin resultado positivo. Ya con bastante luz, decidimos regresar hacia el coche, no sin antes, visitar un chozo de pastores.


Desde épocas ancestrales, los pastores han buscado la manera de pasar largas temporadas con sus rebaños en las zonas de pasto, construyéndose refugios utilizando únicamente los materiales que abundaban en la zona. Desde las zonas Valencianas, a los pastores extremeños, los habitantes astures o los pobladores de los ancares….en la cordillera cantábrica hasta la mejora reciente de los accesos a los puertos y majadas, era frecuente que los pastores, pernoctaran con sus rebaños en el monte, para lo cual se construían chozos, a modo de refugios para las personas y corrales para los animales. Tanto unos como otros estaban hechos a base de materiales abundantes en el entorno, de forma que los corrales solían ser recintos circulares de piedra o de estacas y ramas, en los que se recogía el ganado y se curaba o atendía a las reses. En cuanto a los chozos, en la montaña oriental leonesa eran habituales dos modelos: el chozo de horma y el chozo de pie.
El primero consistía en una base circular de piedras colocadas sin mortero, sobre la que se levantaba un armazón cónico de “llatas”, o palos de haya o roble que se recubría con una gruesa capa de escobas. El chozo de pie, en cambio era una simple tienda cónica de ramas, igualmente cubierta de materia vegetal. Ambos disponían en el exterior de un “arrudo”, una larga rama que servía para encaramarse a la techumbre, colgar utensilios o atar el ganado pequeño que iba a ser desollado. Su interior era espacioso y ofrecía sitio suficiente para varios camastros de madera y para guardar piensos, ropas, alimentos y pertenencias del pastor.
Además la techumbre vegetal proporcionaba buen aislamiento frente al viento o la lluvia y guardaba bien el calor. Sin embargo resultaban muy vulnerables al fuego y a los temporales del invierno, por lo que tenían que ser reparados o incluso reconstruidos cada temporada. 
 Toda la información sobre el chozo, ha sido extraida de la siguiente página:
http://pobladocantabrodeargueso.blogspot.com.es/2011/05/el-chozo-refugio-tradicional-de.html 

Y con este buen broche etnográfico, abandonamos las tierras leonesas, con la firme promesa de volver a disfrutar de sus bosques, su fauna y sus paisajes.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Riaño 3

La mañana avanzaba, igual que nuestro camino por mitad del bosque, en un continuo y leve ascender.


Desde alguno de los claros, las vistas de la montaña y el valle en el que se construyó el controvertido embalse de Riaño, eran espectaculares, adornados por los fructíferos serbales de cazadores que salpicaban el paisaje.


Al ganar altura, la vegetación arbórea se hacía más relicta y menos abundante. A estas horas del mediodía, ya comenzaba a calentar el sol.


Por el sendero por el que transitábamos, descubrimos un enorme excremento. Sin duda se trataba de un excremento de oso. Saber que justo por donde estábamos caminando, dias o semanas antes,  había pasado un oso, nos llenó de una enorme alegría y emoción.


Pero las emociones no se quedaron ahí. Un poco más adelante y después de un ligero descenso, junto a un arroyo, descubrimos una huella. En este caso se trataba del otro gran carnívoro de la montaña, nuestro querido lobo ibérico (Canis Lupus signatus).


Para rematar, más adelante encontramos unas señales en las cortezas de unos árboles. Aunque no tenemos una certeza cien por cien, se nos ponen los pelos como escarpias, sólo de pensar en la posibilidad de que la marca la realizara un oso con sus zarpas.


Después de una tranquila comida en una pradera de alta montaña, donde disfrutamos del vuelo de buitres leonados, cuervos, un águila real y varios gavilanes, llegó el momento de descender por la pista y dirigirnos a casa para descansar y preparar nuestra salida para el día siguiente.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Riaño 2

En nuestro segundo día, nos pegamos un buen madrugón y comenzamos a andar por el monte totalmente de noche con nuestros frontales. No deja de ser emocionante, desenvolverse por la naturaleza en unas condiciones poco propicias para nosotros como es la oscuridad de la noche. Junto al murmullo de un pequeño arroyito, descubrimos una letrina de tejón. Varios pequeños agujeros escarbados en la tierra contenían excrementos de este bonito mamífero tan difícil de ver.


Durante el recorrido nocturno, nos acompañó el ulular constante de varios cárabos, ave rapaz nocturna bastante abundante por los bosques norteños peninsulares. Unos 30 minutos anduvimos sin luz, hasta que comenzó a despuntar el día. Nos encontrabamos en un valle. Buscamos durante un rato alguna huella de oso donde, en otra ocasión, nuestro compañero David ya la había observado, sin éxito esta vez. De lo que sí pudimos disfrutar fue de la exuberante vegetación reinante en la zona. Entre ella, destacar un enorme ejemplar de acebo, que tenía un tronco de, al menos, un par de metros de diámetro.


Comenzamos a ascender ladera arriba acompañados del estremecedor sonido de la berrea de algunos ciervos cercanos. Abundaban los serbales de cazadores. Pequeños arbolillos cargados de frutos, que sirven de alimento a un buen número de animales, tanto aves como mamíferos.


También los preciosos acebos lucían sus rojos frutos y sus relucientes hojas. Es este un arbusto, que en esta zona, logra formar rodales de muchos metros de diámetro, cuya frondosidad, sirve de refugio a variada fauna como corzos y jabalíes.


Atravesamos un hayedo mixto con centenarios robles, y observamos varios corzos y ciervos. Algunos muy cerquita, de manera que pudimos admirar su increible tamaño, en el caso de un macho de ciervo que nos salió al paso.


Carboneros, herrerillos, trepador azul y arrendajos nos acompañaban en la subida, algunos cruzándose en vuelo y otros con sus inconfundibles reclamos. Algunos claros de bosque, nos permitían observar el impresionante paisaje, con esas increibles moles rocosas que se abrían paso hacia el cielo.


En uno de estos praderíos montanos, decidimos hacer una paradita para tomar un tentenpié a base de frutos secos, pasas y chocolate y la fortuna se alió con nosotros. Escuchamos el tamborileo de un pájaro carpintero y un reclamo. Al localizarle con el telescopio, algo no me cuadraba. Cara demasiado blanquecina y plumaje listado en los flancos. No había duda, habíamos descubierto a un pico mediano (Dendrocopos medius). Primera vez que tenía la oportunidad de observarlo, así pués una alegría enorme. El pico mediano es una especie de distribución peninsular norteña, con nucleos principales en la cordillera cantábrica (León, Palencia, Asturias) y el sur del País Vasco (Álava).

martes, 1 de noviembre de 2016

Riaño 1

Del 13 al 16 del pasado mes de octubre, estuvimos en Riaño y alrededores. Un viaje que se gestó con amigos del trabajo y gracias a David, compañero y autóctono de Riaño. Un viaje muy ansiado y postpuesto en alguna ocasión por diferentes motivos, que al fín se hacía realidad. Buscábamos disfrutar de paisajes y bosques atlánticos en tierra de lobos y osos. Nuestra primera parada fue en uno de los montes de la cuenca minera leonesa, antaño explotado y ahora abandonado por la reconversión de la explotación del carbon como materia no renovable y contaminante. Inspeccionamos alguna de las entradas a las minas en busca de posibles colonias de murciélagos, con resultado negativo.


Después nos adentramos en un bosque de roble albar (Quercus petraea), lugar donde teníamos constancia de que en alguna ocasión, el oso había campeado.



Un pequeño reconocimiento de la zona, nos hizo disfrutar de un bosque bien conservado. Un verdadero placer poder andar entre árboles centenarios. Pero era momento de emprender viaje para llegar a la casa de Riaño, dejar las cosas, comer y emprender de nuevo viaje hacia otra zona.
El cielo cubierto amenazaba lluvia, y no tardó en llegar. Bien abrigados y con nuestros impermeables, subimos a una zona en busca de la berrea de algún ciervo. David nos contó que hacía un par de años, una gran nevada, de varios metros de altura, había dejado mermada la población de este bonito ungulado.


La tarde se puso realmente desapacible, pero como teníamos muchas ganas de disfrutar del viaje, seguimos ascendiendo los montes en busca de un buen mirador donde poder buscar la diferente fauna del lugar. No es fácil encontrar a los grandes vertebrados de la zona, pero encontrar algún rastro de su presencia siempre es algo gratificante. Cerca del mirador, encontramos un excremento antiguo de lobo. En esta ocasión, el cánido se había alimentado de jabalí. Los pelos eran claramente reconocibles.


Estuvimos un buen rato observando los alrededores, pero no logramos observar ningún animal. Eso sí, el paisaje ya hacía que hubiera merecido la pena subir hasta aquí.


Al atardecer descendimos hacia el coche y nos dirigimos hacia casa, ya que al día siguiente ibamos a tener un día duro en cuanto al recorrido que nos tenía programado nuestro improvisado guía.