El día 9 decidimos visitar el hemidelta norte. En el camino hacia la bahía del Fangar, disfrutamos de numerosos moritos alimentándose en campos con diferente nivel de encharcamiento.
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Morito (Plegadis falcinellus). Foto: Rosa María Franco. |
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Foto: Fabián Luján |
Desde el parking de Lo Goleró nos desplazamos hacia la bassa de les Olles. En el camino banditos de jilgueros comían en las plantas del borde de la senda, mientras algunos mosquitos se cebaban con algunos miembros de la expedición. En la laguna poca variedad, mayoritariamente ánades reales, alguna focha, gaviotas, y entre el carrizal una preciosa garza imperial. Desde el observatorio elevado, la vista global de la bahía del Fangar es bastante completa.
Nuestra compañera Isabel se acercaba desde Cambrills con el objetivo principal de disfrutar de los rosados flamencos.
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Flamenco común (Phoenicopterus ruber). Foto: Ricardo Rodero |
Dicho y hecho, cuando llegó teníamos controlados a un buen grupito que habían llegado instantes antes.
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Flamenco común (Phoenicopterus ruber). Foto: Pedro Juan Sanz |
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Flamenco común (Phoenicopterus ruber). Foto: Rosa María Franco |
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Flamenco común (Phoenicopterus ruber). Foto: Rosa María Franco
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Otra de las especies que teníamos previsto ver, era a las playeras gaviotas picofinas.
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Gaviota picofina (Larus genei). Foto: Fabián Luján |
Aprovechamos para dar las claves, a l@s menos expert@s, para diferenciarlas de las más familiares gaviotas reidoras.
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Gaviota picofina (Larus genei). Foto: Ricardo rodero. |
También hubo tiempo para entretenerse con la variedad de invertebrados voladores que nos acompañaban, con especial "abundancia" de libélulas.
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Foto: Fabián Luján |
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Foto: Fabián Luján |
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Foto: Fabián Luján |
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Foto: Ricardo rodero. |
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Foto: Fabián Luján |
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Foto: Rosa María Franco |
Y algunas mariposas que nos sacaban del monotema ornítico.
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Foto: Ricardo Rodero |
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Foto: Fabián Luján |
Pero íbamos a lo que íbamos, y enseguida volvimos a buscar aves en la bahía. En las zonas más someras y con poca profundidad, encontramos algunas limícolas.
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Correlimos común (Calidris alpina). Foto: Fabián Luján |
Algún correlimos común y un grupito de correlimos menudo, se movían de forma frenética buscando su alimentación bajo el limo.
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Correlimos menudo (Calidris minuta). Foto: Ricardo Rodero. |
Abundaban las estilizadas y níveas garcetas grandes.
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Garceta grande (Ardea alba). Foto: Rosa María Franco |
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Garceta grande (Ardea alba). Foto: Rosa María Franco |
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Garceta grande (Ardea alba). Foto: Pedro Juan Sanz |
Y encontramos algún chorlito gris en relajado e inmóvil descanso.
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Chorlito gris (Pluvialis squatarola). Foto: Fabián Luján |
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Chorlito gris (Pluvialis squatarola). Foto: Ricardo Rodero. |
Alejándonos de la playa, encontrábamos parcelas encharcadas donde no nos fue difícil encontrar varios archibebe común y archibebe claro. Oportunidad inigualable para remarcar las diferencias.
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Archibebe claro (Tringa nebularia). Foto: Rosa María Franco. |
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Archibebe común (Tringa totanus). Foto: Rosa María Franco. |
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Pasamos largos momentos escudriñando esas parcelas, donde aparecían buen número de especies diferentes aprovechando la increíble riqueza en biomasa que les sirve de alimento.
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Foto: Fabián Luján |
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Foto: Fabián Luján |
Gaviotas reidoras, garcillas bueyeras, lavanderas blancas y boyeras, además de correlimos menudo, archibebe claro y chorlitejo patinegro.
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Correlimos menudo (Calidris minuta). Foto: Fabián Luján |
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Archibebe claro (Tringa nebularia). Foto: Fabián Luján |
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Chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus). Foto: Rosa María Franco |
Entre ellos, el pequeño y más raro correlimos de Temminck (la distancia no nos permitió tener documento gráfico), y las estilizadas cigüeñuelas.
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Cigüeñuela común (Himantopus himantopus). Foto: Rosa María Franco. |
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Cigüeñuela común (Himantopus himantopus). Foto: Rosa María Franco. |
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Buscando buscando, aparecieron también andarríos bastardo, combatientes y archibebe oscuro.
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Foto: Nuria Marugán |
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Combatientes (Philomachus pugnax). Foto: Fabián Luján |
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Archibebe oscuro (Tringa erythropus). Foto: Fabián Luján |
El calorcito empezaba a ser intenso, y regresamos para ir a tomar algo a una terracita de L´Ampolla, siempre con los prismáticos en ristre para que se vea que la observación de aves deja dinero.
En el camino hacia los vehículos descubrimos esta curiosa estampa, de varias especies de ardeidas posadas en los cables.
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Foto: Fabián Luján |
Convenientemente hidratados nos desplazamos al Port d´Illa de Mar al otro extremo del Fangar. Allí volvimos a disfrutar de la pesca de las pagazas piquirrojas.
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Pagaza piquirroja (Sterna caspia). Foto: Ricardo Rodero |
Y en el dique del pequeño puerto, varios vuelvepiedras se alimentaban y descansaban entre el hormigón y las montoneras de artes de pesca.
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Vuelvepiedras (Arenaria interpres). Foto: Rosa María Franco. |
También comprobamos la abundancia de especies exóticas como el cangrejo azul y el caracol manzana.
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Cangrejo azul. Foto: Rosa María Franco |
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Caracol manzana. Foto: Rosa María Franco. |
Después de una mañana bien aprovechada, llegaba el momento que muchos estábamos esperando. Momento de comer unas riquísimas paellas con arroz y productos de la zona.
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Foto: Raquel Bocca |
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Foto: Raquel Bocca |
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Foto: Raquel Bocca |
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Foto: Raquel Bocca |
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Foto: Raquel Bocca |
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Foto: Raquel Bocca |
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Foto: Raquel Bocca |
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Foto: Raquel Bocca |
La sobremesa se alargó lo necesario, en un ambiente relajado y de risas. Momentos siempre necesarios y agradables en todos nuestros viajes.
Trás el baño en el Ebro por parte de algunas compis, y las bromas sobre los riesgos de ser engullidas por los exóticos y descomunales siluros, nos movilizamos hacia la desembocadura del propio río.
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Foto: Fabián Luján |
En los paneles informativos sobre la formación y la evolución del Delta, en la base del Mirador del Zigurat, elucubramos sobre el futuro del propio Delta, con los peligros que lo amenazan. Una vez arriba, las vistas sobre la desembocadura son espectaculares, y la enorme cantidad de aves y gaviotas en la playa de la Isla de San Antonio, y en la Isla de Buda, es sobrecogedora.
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Foto: Nuria Marugán |
El regreso al alojamiento, con un cansancio evidente, nos deparó uno de los espectáculos más impresionantes del viaje. Miles y miles de golondrinas, con las últimas luces de la tarde, volando paralelas a la carretera, buscando un lugar tranquilo para dormir en el carrizal.