martes, 28 de junio de 2016

Avión común (Delichon urbicum)

El otro día, encima del toldo de la terraza de casa, aparecieron estos dos simpáticos aviones comunes. Se trataba de 2 pollos, de quizás, la segunda puesta de esta prolífica especie.

Avión común (Delichon urbicum)

Es una especie bicolor, negro azulado en las partes dorsales, a excepción del llamativo obispillo blanco, y blanco puro en las ventrales. Juvenil más "sucio", con bordes blancos en las rémiges, muy visibles en las plumas terciarias de la foto de abajo.

Avión común (Delichon urbicum)


En la siguiente foto se pueden ver varios individuos volando cerca de los nidos, y se puede apreciar el obispillo blanco, que entre otras cosas, es una característica fundamental para diferenciarlo de la golondrina común con partes dorsales totalmente oscuras.

Avión común (Delichon urbicum)


Es una especie colonial, colocando sus nidos de barro en los aleros, con un semicírculo como entrada. Comparativamente con la golondrina común, esta nunca pega el nido al techo, quedando totalmente al descubierto la parte superior.

Avión común (Delichon urbicum)


Aunque algunos vecinos se muestran incómodos con la presencia de estos peculiares vecinos por las deyecciones que manchan paredes y suelos, es muy importante su conservación ya que se trata de un efectivo insecticida natural que se deshacen de miles y miles de moscas y mosquitos que en veranito tanto nos molestan.
Este año estamos realizando el censo de estas aves, junto al de golondrinas, en el casco urbano de Colmenar, con el fin de saber su población y poder cuantificar su beneficio como insecticida y ver su evolución a lo largo de los años.

Avión común (Delichon urbicum)


También forman parte del ecosistema urbano como presas de otras aves. Hace unos días, pude observar como con gran habilidad, una urraca tras posarse en el tejado, bajó al alero y se posó como pudo en uno de los nidos, sacando a un pollo en cañones y llevándoselo en vuelo perseguido por más de una treintena de aviones. Al día siguiente, misma escena en el mismo nido. Una lástima, pero en la naturaleza algunos han de morir para que otros vivan. Esto forma parte también de la selección natural.

domingo, 19 de junio de 2016

Pollos "huérfanos"

Todos los años en la época primaveral se produce la reproducción de las aves, y muchos de los polluelos, acaban cayendo al suelo, con el correspondiente riesgo de muerte. En muchos casos así es. Personas bien intencionadas los recogen, pero no siempre es necesario. Cuando encontramos un pollito en el suelo, hay que analizar varias cosas antes de cogerlos. Si está visiblemente herido, hay que contactar con un especialista o con un centro de recuperación. En cada lugar es diferente, pero internet nos puede ayudar a encontrarlo.
Si no está herido, hay que hacer un analisis visual del pollito (si tiene los ojos cerrados, si los tiene abiertos y tiene pocas plumas, etc). En estos casos se tratará de un ave incapaz de volar y moverse mucho, por lo que el nido no debe andar muy lejos. Si somos capaces de localizarlo, lo podremos devolver sin peligro de que los padres lo abandonen. Si no vemos el nido, se puede fabricar uno con forma de cesta con hierba seca o cualquier otra estructura y colgarlo en altura en algún lugar cercano.
Si lo que nos encontramos es un pollito con plumas, dando saltitos torpes, con cola y alas cortas, lo que tenemos es un polluelo volantón que acaba de salir del nido. En este caso, si está en peligro inminente, hay que moverlo con cuidado a un lugar seguro cercano. Sus reclamos, harán que los padres les localicen y les sigan alimentando. Si no está en peligro inminente, es mejor dejarlo donde está. Sentirse torpe es un paso natural para él. Necesita tranquilidad. Los padres siguen alimentándole.

Vencejo común (Apus apus)

Pero con todas las especies no es igual. Hay algunas excepciones. En el caso de los vencejos, si no se puede devolver al nido, hay que recogerlos y llevarlos a algún centro, o en caso de tener cierta experiencia, criarlos y cuando estén listos ponerlos en libertad.
El vencejo es un ave que se ha adaptado a la vida en el cielo. Esta adaptación les hizo evolucionar hacia un cuerpo con alas largas y afiladas y unas patas diminutas. Pasan toda la vida en el cielo, salvo en la época reproductora en la que bajan a criar a grietas de acantilados rocosos y sobre todo, a edificios, donde también cría en canalones, bajo tejas y en definitiva, en cualquier resquicio que quede en las construcciones. Este cuerpo preparado para el vuelo, hace que, en caso de que cayeran al suelo, no pueden despegar porque al intentar batir sus largas alas, golpean con él,  por tener las patas tan minúsculas.
De esta manera, si un pollo cae al suelo, los padres no pueden bajar a alimentarle, por lo que está condenado a una muerte segura.

Vencejo común (Apus apus)

Ayer nos acercaron un individuo emplumado al que le quedan todavía unos cuantos dias para poder volar. Como somos conscientes de que en esta época del año, los centros de recuperación andan desbordados y tenemos alguna experiencia, vamos a intentar sacarle adelante y ponerle en libertad.
Esperemos que todo vaya bien.

viernes, 3 de junio de 2016

"Cucos"

En España tenemos dos especies de cucos: el críalo europeo (Clamator glandarius) y el cuco común (Cuculus canorus). La peculiaridad de estas especies de cucos es su estrategia reproductora, basado en la parasitación de nidos de otras aves.
El críalo, está especializado en parasitación de córvidos, principalmente urracas. Este cucúlido es capaz de alimentarse casi en exclusiva de orugas de todo tipo, incluso las que están protegidas por sustancias tóxicas o pelos urticantes. España cuenta con la mayor población europea de la especie, unas 55.000 parejas, que, por el momento, no parecen presentar graves problemas de conservación.
Es un ave de tamaño medio, morfológicamente muy semejante al cuco, del que se diferencia por su aspecto más esbelto, por tener una cola más larga y por el colorido del plumaje. Este es de tono marrón grisáceo en las regiones dorsales, que aparecen salpicadas de motas blancas, al igual que ocurre con las plumas del ala. La zona ventral es de color blanquecino, con la garganta teñida de ocre-amarillento. En la cabeza luce un capirote de color gris plateado —que remata en una pequeña cresta ligeramente eréctil— y un anillo ocular rojo. El joven presenta una coloración incluso más vistosa que los adultos, pues exhibe un intenso color achocolatado con abundantes motas blancas en el dorso y unas regiones ventrales blancas, que se tornan amarillo-ocráceas en pecho y cuello. Las plumas de vuelo poseen un vistoso color rojizo, en tanto que el capirote es negro y el anillo ocular más conspicuo que el de los adultos .


Críalo europeo (Clamator glandarius)


La especie se distribuye por diferentes regiones del centro y sur de África, con algunas poblaciones aisladas en el norte del continente, así como en Oriente Medio. En Europa es un ave estival que aparece en diferentes regiones de la cuenca mediterránea, como la Península Ibérica, Turquía, el sur de Francia, Italia y Chipre. La subespecie presente en Europa y la mitad septentrional de África es glandarius.
Se distribuye por gran parte del territorio peninsular, si bien resulta muy escaso en toda la franja norte y Galicia. Asimismo, evita las áreas montañosas de gran altitud. En la mitad sur presenta una distribución bastante fragmentaria, aunque puede ser abundante en algunos puntos. No aparece como reproductor en Canarias, Ceuta y Melilla; en Baleares se encuentra ocasionalmente, pero no cría.
 Las poblaciones asentadas en las áreas más distantes de distribución de la especie —esto es, las mediterráneas y las surafricanas— se comportan como migradoras e invernan en las regiones tropicales de África, donde coinciden con la población residente local. La migración posnupcial es bastante temprana en el caso de las poblaciones reproductoras del hemisferio norte, ya que puede iniciarse en el mes de julio, aunque se prolonga hasta septiembre. El retorno a las áreas de cría se verifica ya a lo largo de febrero.
Se estima que la población europea se sitúa en 56.000-71.000 parejas reproductoras, la mayoría de las cuales (55.000-64.000) se localiza en nuestro territorio. Aunque falta información para establecer una tendencia poblacional general, algunos trabajos han documentado incrementos de más del 25%

Críalo europeo (Clamator glandarius)

El críalo se instala en lugares donde abunden las especies a las que parasita, en particular, la urraca. Por tal motivo, es más frecuente en áreas abiertas o semiarboladas, con campos de cultivo, bosquetes de diferentes especies (preferentemente pinares), dehesas, vegas y paisajes agrarios en
mosaico, desde el nivel del mar hasta los 1.300 metros de altitud.
Se alimenta, básicamente, de orugas de mariposas y polillas, incluidas las especies dotadas de defensas urticantes o tóxicas a las que no acceden otras aves, gracias a lo cual evita la competencia por los recursos alimenticios. Es habitual que frote contra el suelo o la corteza de los árboles a ciertas orugas —como la procesionaria del pino, una de sus presas habituales— para despojarlas de los pelos urticantes y minimizar así sus desagradables efectos. El espectro alimentario de este cucúlido se completa con hormigas, saltamontes, moluscos y algún pequeño vertebrado.
La especie practica lo que se denomina nidoparasitismo, es decir, deposita sus huevos en el nido de otra ave —normalmente, una urraca—, que hará las veces de hospedadora, incubando y posteriormente alimentando a los descendientes del críalo, que evitará de este modo la costosa inversión energética que supone sacar adelante una nidada. La biología reproductora del críalo está estrechamente ligada al ciclo vital de la urraca, de manera que cuando estas comienzan a realizar sus puestas, se desencadena en la hembra del parásito un mecanismo fisiológico que la lleva a producir un elevado número de huevos, gracias a lo cual una sola pareja de estos cucúlidos puede parasitar en una temporada hasta 25 nidos de urraca. Los huevos —que imitan a la perfección a los de la especie parasitada— han de colocarse en el nido seleccionado durante la ausencia de sus propietarios. Para lograrlo, es frecuente que el macho de críalo atraiga la atención de la pareja de urracas, momento que aprovecha la hembra para depositar de uno a tres huevos en el nido de los córvidos, no sin antes dañar o tirar una parte de la puesta legítima, preparando de este modo el camino a sus descendientes. Tras un periodo de 11-15 días de incubación por parte del huésped, eclosionan los huevos parásitos con un adelanto de cinco o seis días frente a los de urraca. Los pollos de críalo suelen acabar pronto con las crías de urraca que han llegado a eclosionar, aunque no empujándolas fuera del nido como hace el cuco, sino mediante competencia por el alimento o por asfixia y aplastamiento gracias a su mayor grado de desarrollo y corpulencia. Los jóvenes intrusos exigirán incesante y vehementemente los cuidados de la pareja parasitada durante algo menos de tres semanas y se unirán, unos pocos días después de abandonar el nido, a sus padres biológicos, junto a los que emprenderán la migración hacia África. Además de la urraca —especie seleccionada con más frecuencia—, el críalo también puede parasitar a otros córvidos, como cornejas, arrendajos o rabilargos.

Críalo europeo (Clamator glandarius)

Se considera una especie amenazada en su conjunto, que ya ha desaparecido de algunas de sus áreas de reproducción (como el norte de África). En nuestro territorio, en cambio, debido a la abundancia de las especies parasitadas y a la gran diversidad de hábitats que ocupa, el críalo no parece presentar especiales problemas de conservación, aunque sus poblaciones pueden fluctuar de unas temporadas a otras. Aparece incluido en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas en la categoría “De interés especial”.
En cuanto al cuco,  decir que sus peculiares hábitos reproductores, basados en el parasitismo, constituyen, sin duda, la principal seña de identidad de este pájaro migrador e insectívoro, cuya dieta se basa en el consumo de larvas de diferentes lepidópteros. Más de un centenar de especies de pequeñas y medianas aves insectívoras pueden llegar a ser víctimas del sorprendente comportamiento parásito de este popular cucúlido.
Esta ave, de tamaño medio y aspecto estilizado, se caracteriza por poseer una larga cola y unas alas apuntadas, por lo que su silueta puede confundirse en vuelo con la de una pequeña rapaz, como el cernícalo vulgar o el gavilán. En la coloración del macho dominan los tonos grises, sobre todo en el dorso, la cabeza y el cuello. Por su parte, las regiones ventrales son blancas, pero finamente barreadas. La hembra puede lucir dos tipos de plumaje: uno grisáceo, muy parecido al del macho, y otro rojizo, bastante menos frecuente que el anterior. Los inmaduros se asemejan en parte a las hembras de fase rojiza, aunque tienen las plumas orladas de blanco y una característica mancha blanca en la nuca.

Cuco común (Cuculus canorus)

La especie se encuentra muy ampliamente distribuida por gran parte de Europa, Asia y el norte de África. El área de invernada se localiza en el África subtropical y meridional.
En nuestro país está presente la subespecie bangsi, una de las cuatro reconocidas, extendida también por el norte de África. Con la única excepción del archipiélago canario y Melilla, se puede considerar que el cuco es un residente estival en la práctica totalidad de nuestro territorio, donde evita, sin embargo, las más altas cumbres montañosas, las regiones muy deforestadas, los paisajes subdesérticos y las zonas excesivamente urbanizadas.
Especie estrictamente migradora, toda la población del Paleártico occidental —incluidos los individuos del Magreb— pasa la estación desfavorable en zonas tropicales o subtropicales del continente africano. La migración posnupcial acontece en agosto y septiembre, en tanto que el regreso a las áreas de cría tiene lugar alrededor del mes de abril.
En Europa se estima una población reproductora de 1,4-4 millones de parejas, mientras que el contingente español se ha calculado entre 143.000 y 320.000 parejas. La tendencia poblacional en nuestro país durante las últimas décadas no está muy clara, pues los trabajos existentes al respecto son parciales y siguen metodologías dispares. En conjunto parecen indicar un descenso poblacional del que la especie comienza a recuperarse, tal y como se desprende de los datos obtenidos por el programa SACRE, donde se ha documentado un incremento del 37% para el periodo 1998-2005.
Cuco común (Cuculus canorus)

Ocupa toda clase de ambientes forestales, con independencia de la densidad del arbolado, del grado de madurez del mismo y de la especie forestal dominante, de manera que puede instalarse tanto en bosques cerrados de encinas, robles, pinos o alcornoques, como en dehesas, sotos fluviales, hayedos, quejigares o abetales. Alcanza las máximas densidades, sin embargo, en formaciones de tipo atlántico. Por otro lado, parece bastante común en las inmediaciones de humedales con abundante vegetación palustre, donde habitan varias de las aves a las que suele parasitar con mayor frecuencia.
Presenta una dieta netamente insectívora y basada en el consumo habitual de larvas de diferentes especies de lepidópteros (mariposas), incluidas las que disponen de mecanismos de defensa, como pelos urticantes o sustancias tóxicas. También consume escarabajos, saltamontes, grillos, lombrices y algún pequeño vertebrado.
La estrategia reproductora del cuco se basa en el nidoparasitismo, es decir, en depositar sus huevos dentro del nido de otra especie, la cual se encargará de la incubación, el cuidado y la manutención de la descendencia del parásito. Cada hembra de cuco produce una gran cantidad de huevos —hasta 25—, que serán colocados de uno en uno —rara vez dos— en nidos previamente seleccionados. Si la pareja propietaria no detecta la intrusión, incubará el huevo parásito —que imita en diseño y colorido a los propios— durante 12 días. La eclosión del cuco suele anticiparse varios días a la de los pollos legítimos, lo que le permite deshacerse del resto de los huevos o de los polluelos recién nacidos, que serán arrojados fuera del nido por el intruso. A partir de ese momento, el joven cuco recibirá en exclusiva todas las atenciones de los propietarios del nido asaltado, a los que, con frecuencia, supera considerablemente en volumen (dibujo 5). La estancia del cuco en el nido se prolonga durante 13- 20 días, tras los cuales emprenderá una vida independiente. Cada hembra de cuco se especializa en parasitar a una especie en concreto —probablemente la misma que la crio—, por lo que manifiesta una extraordinaria capacidad para imitar con gran perfección sus huevos. Se han documentado más de 100 especies parasitadas, y entre las más frecuentes se encuentran el acentor común, el carricero común, el petirrojo y el bisbita común.
Debido a su peculiar estrategia reproductora, el cuco resulta poco sensible a las alteraciones del hábitat, si bien a escala local puede verse afectado por los incendios forestales, las transformaciones agrícolas, el uso de insecticidas —que disminuyen la oferta de presas— y la eliminación del arbolado en riberas y setos.
Cuco común (Cuculus canorus)

Mención especial merecen, por las repercusiones negativas que acarrean para la especie, los esfuerzos que se realizan para erradicar las orugas de procesionaria del pino, que constituyen un recurso alimentario de primera magnitud para esta ave. No se descarta, por otro lado, la existencia de problemas de conservación y amenazas tanto en sus áreas de invernada como a lo largo del prolongado viaje migratorio. En el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas se incluye en la categoría “De interés especial”.

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