En España tenemos dos especies de cucos: el críalo europeo (Clamator glandarius) y el cuco común (Cuculus canorus). La peculiaridad de estas especies de cucos es su estrategia reproductora, basado en la parasitación de nidos de otras aves.
El críalo, está especializado en parasitación de córvidos, principalmente urracas. Este cucúlido es capaz de alimentarse casi en exclusiva de orugas
de todo tipo, incluso las que están protegidas por sustancias tóxicas o pelos
urticantes. España cuenta con la mayor población europea de la especie, unas
55.000 parejas, que, por el momento, no parecen presentar graves problemas de
conservación.
Es un ave de tamaño medio, morfológicamente muy semejante al
cuco, del que se diferencia por su aspecto más esbelto, por tener una cola más
larga y por el colorido del plumaje. Este es de tono marrón grisáceo en las
regiones dorsales, que aparecen salpicadas de motas blancas, al igual que
ocurre con las plumas del ala. La zona ventral es de color blanquecino, con la
garganta teñida de ocre-amarillento. En la cabeza luce un capirote de color
gris plateado —que remata en una pequeña cresta ligeramente eréctil— y un
anillo ocular rojo. El joven presenta una coloración incluso más
vistosa que los adultos, pues exhibe un intenso color achocolatado con
abundantes motas blancas en el dorso y unas regiones ventrales blancas, que se
tornan amarillo-ocráceas en pecho y cuello. Las plumas de vuelo poseen un
vistoso color rojizo, en tanto que el capirote es negro y el anillo ocular más
conspicuo que el de los adultos .
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Críalo europeo (Clamator glandarius) |
La especie se distribuye por diferentes regiones del centro
y sur de África, con algunas poblaciones aisladas en el norte del continente,
así como en Oriente Medio. En Europa es un ave estival que aparece en
diferentes regiones de la cuenca mediterránea, como la Península Ibérica,
Turquía, el sur de Francia, Italia y Chipre. La subespecie presente en Europa y
la mitad septentrional de África es glandarius.
Se distribuye por gran parte del territorio peninsular, si
bien resulta muy escaso en toda la franja norte y Galicia. Asimismo, evita las
áreas montañosas de gran altitud. En la mitad sur presenta una distribución
bastante fragmentaria, aunque puede ser abundante en algunos puntos. No aparece
como reproductor en Canarias, Ceuta y Melilla; en Baleares se encuentra
ocasionalmente, pero no cría.
Las poblaciones asentadas en las áreas más distantes de
distribución de la especie —esto es, las mediterráneas y las surafricanas— se
comportan como migradoras e invernan en las regiones tropicales de África,
donde coinciden con la población residente local. La migración posnupcial es
bastante temprana en el caso de las poblaciones reproductoras del hemisferio
norte, ya que puede iniciarse en el mes de julio, aunque se prolonga hasta
septiembre. El retorno a las áreas de cría se verifica ya a lo largo de febrero.
Se estima que la población europea se sitúa en 56.000-71.000
parejas reproductoras, la mayoría de las cuales (55.000-64.000) se localiza en
nuestro territorio. Aunque falta información para establecer una tendencia
poblacional general, algunos trabajos han documentado incrementos de más del
25%
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Críalo europeo (Clamator glandarius) |
El críalo se instala en lugares donde abunden las especies a
las que parasita, en particular, la urraca. Por tal motivo, es más frecuente en
áreas abiertas o semiarboladas, con campos de cultivo, bosquetes de diferentes
especies (preferentemente pinares), dehesas, vegas y paisajes agrarios en
mosaico, desde el nivel del mar hasta los 1.300 metros de altitud.
Se alimenta, básicamente, de orugas de mariposas y polillas,
incluidas las especies dotadas de defensas urticantes o tóxicas a las que no
acceden otras aves, gracias a lo cual evita la competencia por los recursos
alimenticios. Es habitual que frote contra el suelo o la corteza de los árboles
a ciertas orugas —como la procesionaria del pino, una de sus presas habituales—
para despojarlas de los pelos urticantes y minimizar así sus desagradables
efectos. El espectro alimentario de este cucúlido se completa con hormigas,
saltamontes, moluscos y algún pequeño vertebrado.
La especie practica lo que se denomina nidoparasitismo, es
decir, deposita sus huevos en el nido de otra ave —normalmente, una urraca—,
que hará las veces de hospedadora, incubando y posteriormente alimentando a los
descendientes del críalo, que evitará de este modo la costosa inversión
energética que supone sacar adelante una nidada. La biología reproductora del
críalo está estrechamente ligada al ciclo vital de la urraca, de manera que
cuando estas comienzan a realizar sus puestas, se desencadena en la hembra del
parásito un mecanismo fisiológico que la lleva a producir un elevado número de
huevos, gracias a lo cual una sola pareja de estos cucúlidos puede parasitar en
una temporada hasta 25 nidos de urraca. Los huevos —que imitan a la perfección
a los de la especie parasitada— han de colocarse en el nido seleccionado
durante la ausencia de sus propietarios. Para lograrlo, es frecuente que el
macho de críalo atraiga la atención de la pareja de urracas, momento que
aprovecha la hembra para depositar de uno a tres huevos en el nido de los
córvidos, no sin antes dañar o tirar una parte de la puesta legítima,
preparando de este modo el camino a sus descendientes. Tras un periodo de 11-15
días de incubación por parte del huésped, eclosionan los huevos parásitos con
un adelanto de cinco o seis días frente a los de urraca. Los pollos de críalo
suelen acabar pronto con las crías de urraca que han llegado a eclosionar,
aunque no empujándolas fuera del nido como hace el cuco, sino mediante
competencia por el alimento o por asfixia y aplastamiento gracias a su mayor
grado de desarrollo y corpulencia. Los jóvenes intrusos exigirán incesante y
vehementemente los cuidados de la pareja parasitada durante algo menos de tres
semanas y se unirán, unos pocos días después de abandonar el nido, a sus padres
biológicos, junto a los que emprenderán la migración hacia África. Además de la
urraca —especie seleccionada con más frecuencia—, el críalo también puede
parasitar a otros córvidos, como cornejas, arrendajos o rabilargos.
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Críalo europeo (Clamator glandarius) |
Se considera una especie amenazada en su conjunto, que ya ha
desaparecido de algunas de sus áreas de reproducción (como el norte de África).
En nuestro territorio, en cambio, debido a la abundancia de las especies
parasitadas y a la gran diversidad de hábitats que ocupa, el críalo no parece
presentar especiales problemas de conservación, aunque sus poblaciones pueden
fluctuar de unas temporadas a otras. Aparece incluido en el Catálogo Nacional
de Especies Amenazadas en la categoría “De interés especial”.
En cuanto al cuco, decir que sus peculiares hábitos reproductores, basados en el
parasitismo, constituyen, sin duda, la principal seña de identidad de este
pájaro migrador e insectívoro, cuya dieta se basa en el consumo de larvas de
diferentes lepidópteros. Más de un centenar de especies de pequeñas y medianas
aves insectívoras pueden llegar a ser víctimas del sorprendente comportamiento
parásito de este popular cucúlido.
Esta ave, de tamaño medio y aspecto estilizado, se
caracteriza por poseer una larga cola y unas alas apuntadas, por lo que su
silueta puede confundirse en vuelo con la de una pequeña rapaz, como el
cernícalo vulgar o el gavilán. En la coloración del macho dominan
los tonos grises, sobre todo en el dorso, la cabeza y el cuello. Por
su parte, las regiones ventrales son blancas, pero finamente barreadas. La
hembra puede lucir dos tipos de plumaje: uno grisáceo, muy parecido al del
macho, y otro rojizo, bastante menos frecuente que el
anterior. Los inmaduros se asemejan en parte a las hembras de fase rojiza,
aunque tienen las plumas orladas de blanco y una característica mancha blanca
en la nuca.
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Cuco común (Cuculus canorus) |
La especie se encuentra muy ampliamente distribuida por gran
parte de Europa, Asia y el norte de África. El área de invernada se localiza en
el África subtropical y meridional.
En nuestro país está presente la subespecie bangsi, una de
las cuatro reconocidas, extendida también por el norte de África. Con la única
excepción del archipiélago canario y Melilla, se puede considerar que el cuco
es un residente estival en la práctica totalidad de nuestro territorio, donde
evita, sin embargo, las más altas cumbres montañosas, las regiones muy
deforestadas, los paisajes subdesérticos y las zonas excesivamente urbanizadas.
Especie estrictamente migradora, toda la población del
Paleártico occidental —incluidos los individuos del Magreb— pasa la estación
desfavorable en zonas tropicales o subtropicales del continente africano. La
migración posnupcial acontece en agosto y septiembre, en tanto que el regreso a
las áreas de cría tiene lugar alrededor del mes de abril.
En Europa se estima una población reproductora de 1,4-4
millones de parejas, mientras que el contingente español se ha calculado entre
143.000 y 320.000 parejas. La tendencia poblacional en nuestro país durante las
últimas décadas no está muy clara, pues los trabajos existentes al respecto son
parciales y siguen metodologías dispares. En conjunto parecen indicar un
descenso poblacional del que la especie comienza a recuperarse, tal y como se
desprende de los datos obtenidos por el programa SACRE, donde se ha documentado
un incremento del 37% para el periodo 1998-2005.
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Cuco común (Cuculus canorus) |
Ocupa toda clase de ambientes forestales, con independencia
de la densidad del arbolado, del grado de madurez del mismo y de la especie
forestal dominante, de manera que puede instalarse tanto en bosques cerrados de
encinas, robles, pinos o alcornoques, como en dehesas, sotos fluviales,
hayedos, quejigares o abetales. Alcanza las máximas densidades, sin embargo, en
formaciones de tipo atlántico. Por otro lado, parece bastante común en las
inmediaciones de humedales con abundante vegetación palustre, donde habitan
varias de las aves a las que suele parasitar con mayor frecuencia.
Presenta una dieta netamente insectívora y basada en el
consumo habitual de larvas de diferentes especies de lepidópteros (mariposas),
incluidas las que disponen de mecanismos de defensa, como pelos urticantes o
sustancias tóxicas. También consume escarabajos, saltamontes, grillos,
lombrices y algún pequeño vertebrado.
La estrategia reproductora del cuco se basa en el
nidoparasitismo, es decir, en depositar sus huevos dentro del nido de otra
especie, la cual se encargará de la incubación, el cuidado y la manutención de
la descendencia del parásito. Cada hembra de cuco produce una gran cantidad de
huevos —hasta 25—, que serán colocados de uno en uno —rara vez dos— en nidos
previamente seleccionados. Si la pareja propietaria no detecta la intrusión,
incubará el huevo parásito —que imita en diseño y colorido a los propios—
durante 12 días. La eclosión del cuco suele anticiparse varios días a la de los
pollos legítimos, lo que le permite deshacerse del resto de los huevos o de los
polluelos recién nacidos, que serán arrojados fuera del nido por el intruso. A
partir de ese momento, el joven cuco recibirá en exclusiva todas las atenciones
de los propietarios del nido asaltado, a los que, con frecuencia, supera
considerablemente en volumen (dibujo 5). La estancia del cuco en el nido se
prolonga durante 13- 20 días, tras los cuales emprenderá una vida
independiente. Cada hembra de cuco se especializa en parasitar a una especie en
concreto —probablemente la misma que la crio—, por lo que manifiesta una
extraordinaria capacidad para imitar con gran perfección sus huevos. Se han
documentado más de 100 especies parasitadas, y entre las más frecuentes se
encuentran el acentor común, el carricero común, el petirrojo y el bisbita
común.
Debido a su peculiar estrategia reproductora, el cuco resulta
poco sensible a las alteraciones del hábitat, si bien a escala local puede
verse afectado por los incendios forestales, las transformaciones agrícolas, el
uso de insecticidas —que disminuyen la oferta de presas— y la eliminación del
arbolado en riberas y setos.
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Cuco común (Cuculus canorus) |
Mención especial merecen, por las repercusiones
negativas que acarrean para la especie, los esfuerzos que se realizan para
erradicar las orugas de procesionaria del pino, que constituyen un recurso
alimentario de primera magnitud para esta ave. No se descarta, por otro lado,
la existencia de problemas de conservación y amenazas tanto en sus áreas de
invernada como a lo largo del prolongado viaje migratorio. En el Catálogo
Nacional de Especies Amenazadas se incluye en la categoría “De interés especial”.
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