A las 9:30h de la mañana y con unos 0ºC, comenzabamos nuestra ruta en la zona conocida como "aguas de la dehesa". Recibe este nombre el lugar en que el arroyo Tejada abandona la dehesa para seguir su rumbo hacia el monte de el Pardo donde vertirá sus aguas en el río Manzanares. A pesar de tan bonito nombre, el arroyo todavía se encuentra seco en estas fechas.
Remontamos el curso del arroyo comentando las peculiaridades de la flora que nos rodea. Fresnos, encinas, sauces, zarzas, rosales silvestres, majuelos y, en las zonas de más umbría, arces de montpellier, son las especies que nos encontramos en nuestro camino.
A medida que los rayos de sol comenzaban a calentar muy tímicamente el ambiente, aumentaban la cantidad de pajarillos que se dejaban ver. Petirrojos, mirlos, jilgueros y pinzones vulgares salían a nuestro paso mientras en el aire la silueta de alguna cigüeña y los reclamos de las grajillas y 2 chovas piquirrojas llamaban nuestra atención.
Más adelante, un tímido reclamo nos hacía descubrir, entre las ramas de unas zarzas, a un acentor común y desde el suelo emprendían vuelo un grupito de 9 totovías.
Aunque más dificiles de ver, la dehesa también alberga algunas especies de mamíferos. Conejos, zorros y jabalíes son los más comunes y esporádicamente también se puede ver algún corzo. Nosotros nos tuvimos que conformar con la carrera de una liebre que salió de su encame al detectar nuestra presencia.
Pero el espectáculo se produjo, cuando de una zona de fresnos, levantaron vuelo unos 40 milanos reales. Durante un rato ciclearon y se fueron dispersando. A partir de ese momento su presencia fue constante durante todo el recorrido. La cercanía del vertedero de Colmenar hace que esta especie generalista se concentre en las cercanías, dando una falsa sensación de abundancia.
Una vez llegamos al límite norte de la dehesa, ascendimos al cancho del Escorial, donde descansamos un poco mientras tomamos algo y disfrutamos de una buena vista panorámica del lugar. También pudimos ver una pareja de ratoneros emitiéndo su reclamo característico.
Desde aquí, con los primeros síntomas de cansancio, iniciamos el regreso por la zona alta.
Buitres leonados y negros volaban a baja altura, procurándonos unas buenas observaciones, mientras en las cercanías, nos sorprendía una de las pocas abubillas invernantes que nos quedan por Colmenar.
A nuestra izquierda dejamos el cerro de San Pedro y poco a poco, sin prisa pero sin pausa, llegamos al punto inicial con una buena sensación de haber aprovechado esta fría mañana y como siempre, con una inmejorable compañía.