viernes, 4 de noviembre de 2016

Riaño 2

En nuestro segundo día, nos pegamos un buen madrugón y comenzamos a andar por el monte totalmente de noche con nuestros frontales. No deja de ser emocionante, desenvolverse por la naturaleza en unas condiciones poco propicias para nosotros como es la oscuridad de la noche. Junto al murmullo de un pequeño arroyito, descubrimos una letrina de tejón. Varios pequeños agujeros escarbados en la tierra contenían excrementos de este bonito mamífero tan difícil de ver.


Durante el recorrido nocturno, nos acompañó el ulular constante de varios cárabos, ave rapaz nocturna bastante abundante por los bosques norteños peninsulares. Unos 30 minutos anduvimos sin luz, hasta que comenzó a despuntar el día. Nos encontrabamos en un valle. Buscamos durante un rato alguna huella de oso donde, en otra ocasión, nuestro compañero David ya la había observado, sin éxito esta vez. De lo que sí pudimos disfrutar fue de la exuberante vegetación reinante en la zona. Entre ella, destacar un enorme ejemplar de acebo, que tenía un tronco de, al menos, un par de metros de diámetro.


Comenzamos a ascender ladera arriba acompañados del estremecedor sonido de la berrea de algunos ciervos cercanos. Abundaban los serbales de cazadores. Pequeños arbolillos cargados de frutos, que sirven de alimento a un buen número de animales, tanto aves como mamíferos.


También los preciosos acebos lucían sus rojos frutos y sus relucientes hojas. Es este un arbusto, que en esta zona, logra formar rodales de muchos metros de diámetro, cuya frondosidad, sirve de refugio a variada fauna como corzos y jabalíes.


Atravesamos un hayedo mixto con centenarios robles, y observamos varios corzos y ciervos. Algunos muy cerquita, de manera que pudimos admirar su increible tamaño, en el caso de un macho de ciervo que nos salió al paso.


Carboneros, herrerillos, trepador azul y arrendajos nos acompañaban en la subida, algunos cruzándose en vuelo y otros con sus inconfundibles reclamos. Algunos claros de bosque, nos permitían observar el impresionante paisaje, con esas increibles moles rocosas que se abrían paso hacia el cielo.


En uno de estos praderíos montanos, decidimos hacer una paradita para tomar un tentenpié a base de frutos secos, pasas y chocolate y la fortuna se alió con nosotros. Escuchamos el tamborileo de un pájaro carpintero y un reclamo. Al localizarle con el telescopio, algo no me cuadraba. Cara demasiado blanquecina y plumaje listado en los flancos. No había duda, habíamos descubierto a un pico mediano (Dendrocopos medius). Primera vez que tenía la oportunidad de observarlo, así pués una alegría enorme. El pico mediano es una especie de distribución peninsular norteña, con nucleos principales en la cordillera cantábrica (León, Palencia, Asturias) y el sur del País Vasco (Álava).

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