jueves, 30 de septiembre de 2021

Viaje a Galicia (Muxía y alrededores) 4

El día 29 de agosto, en nuestro cuarto día por tierras gallegas, lo comenzamos visitando la cetárea de Merexo. 


Desde el espigón, como otros días, pudimos observar a algunos cormoranes moñudos soleándose y secándose en las rocas emergentes del mar.

Cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotélis)

Desde la pequeña zona del embarcadero, bien acomodados, observamos los grupos de gaviotas presentes, que como en días anteriores, incluían gaviotas patiamarillas, sombrías, reidoras y alguna cabecinegra.


En el cercano maizal, descubrimos a una bonita tarabilla norteña, más escasa que su pariente la tarabilla común.

Tarabilla norteña (Saxicola rubetra)

Y en los escasos saúcos de al lado del camino, se alimentaban algunas currucas capirotadas.

Curruca capirotada (Sylvia atricapilla)

Después de este breve vistazo, nos desplazamos a Baldaio. Este espacio natural, está declarado como ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves). El paraje está compuesto por una enorme barra de arena de varios kilómetros, que separa la marisma y la laguna interior, del mar, y con aporte de agua dulce del Rego de San Miguel.


Precisamente, en las orillas de este pequeño regato, descubrimos las primeras aves. Varios chorlitejos grandes se distribuían por sus orillas.

Chorlitejo grande (Charadrius hiaticula)

La cercanía de la playa y gente bañándose en el lago y andando por las dunas, no auguraban una gran presencia de aves.


Una vez cruzado el arroyito por encima de un pequeño puente, comenzamos a bordear la laguna por un sendero habilitado. Lejos, en la marisma, veíamos zarapitos, algunos correlimos y andarríos chico, además de gaviotas varias.


Entre las gaviotas, nos sorprendió la presencia de un par de charrancitos, que tras varios vuelos, terminaban aterrizando en una pequeña lengua de arena.

Charrancito (Sterna albifrons)

Seguían siendo numerosos los individuos de chorlitejo grande que se alimentaban junto a las orillas.

Chorlitejo grande (Charadrius hiaticula).

Mirando a lo lejos, descubrimos a un nutrido y variado grupo de aves limícolas. Siguiendo por el sendero, y con nuestros telescopios, conseguimos avistar a diferentes especies.


Había un grupito de preciosas agujas colipintas, que con sus largos y rectos picos se diferenciaban del resto de aves cercanas.

Aguja colipinta (Limosa lapponica)

Aguja colipinta (Limosa lapponica)

Descubrimos cuatro chorlitos grises, dos de ellos luciendo todavía su llamativo plumaje nupcial, y los otros dos con plumaje tipo juvenil o de invierno.

Chorlito gris (Pluvialis squatarola)

Mientras seguíamos la evolución de una aguja colipinta capturando invertebrados por el fango, en el mismo plano apareció un correlimos gordo.

Chorlitejo grande, correlimos gordo y aguja colipinta

Después tres más se posaban por la orilla y avanzaban por la arena, para finalmente ocupar el nicho que el tamaño de sus patas les tiene asignado.

Correlimos gordo (Calidris canutus)

Correlimos gordo (Calidris canutus)

Correlimos gordo (Calidris canutus)

Haciendo varios barridos con los telescopios, conseguimos divisar alrededor de una docena.

Correlimos gordo (Calidris canutus)

Correlimos gordo (Calidris canutus)

Más pequeños y numerosos, los correlimos comunes se dejaban ver por casi cualquier lugar donde mirases. Podría haber varios centenares.

Correlimos común (Calidris alpina).

Correlimos común (Calidris alpina)

Correlimos común (Calidris alpina)

Nos llamó la atención un correlimos con el pico ligeramente más largo y curvado. Después de unos minutos observándolo y fijándonos en detalles y colorido, el repentino vuelo, dejó al descubierto su blanco obispillo, lo que nos sirvió inequivocamente para identificarlo como un joven de correlimos zarapitín.

Correlimos zarapitín (Calidris ferruginea).

Correlimos zarapitín (Calidris ferruginea).

Toda esta variedad de colores, tamaños del cuerpo, pico, patas y demás características, nos dieron para varios minutos de conversación y observación, in situ, para aprender, o al menos, tener unas pequeñas nociones, para poder reconocer a algunas de las especies de limícolas que podemos ver por nuestras costas.


Además, apareció un grupo de correlimos tridáctilos, con su blanquecino plumaje invernal.

Correlimos tridáctilo (Calidris alba).

Correlimos tridáctilo (Calidris alba)

Correlimos tridáctilo (Calidris alba).

Alejados de los cordones dunares y las barras de arena que quedaban al descubierto, y más metidos entre la vegetación de la marisma, deambulaban varios vuelvepiedras.

Vuelvepiedras (Arenaria interpres).

De vuelta al arenal, entre todas las demás limícolas, un pequeño correlimos menudo hacia uso de parte del espacio para conseguir su sustento.

Correlimos menudo (Calidris minuta)

Había tal abundancia de limícolas, que los cruces de las diferentes especies andando por el limo, nos facilitaban la identificación y la comparación entre ellos, para afianzar lo explicado con anterioridad.

Correlimos menudo entre correlimos común

De izquierda a derecha: Correlimos gordo, correlimos común y correlimos zarapitín

Después de este "atracón" de aves, tocaba ir a comer. Elegimos unos roquedos con vistas al mar, junto a la playa de la Piedra de Sal.


Desde allí, con observación de los vuelos de alcatraces y algún que otro picado, nos zampamos los bocatas que llevábamos.


Tras la comida, algunos optaron por una "rocosa" siesta, mientras otros tomábamos un reparador café en el Food Track playero.
La tarde la teníamos reservada para visitar Os Muiños. 


La ruta de los molinos, nos llevaba por la ribera del Río Negro, pudiendo disfrutar de una vegetación de ribera autóctona y exuberante, además de un rico patrimonio natural y etnográfico.


En el recorrido pudimos disfrutar de varios molinos restaurados, alguno de ellos abierto al público.




Ornitológicamente, la mayor distracción fue la presencia de reyezuelos listados, que con sus cantos amenizaron el camino y en alguna ocasión se dejaron ver. Un posible gavilán y una ardilla completaron los animalillos que pudimos observar.


El río desemboca en una preciosa playa, donde vimos algunos andarríos chico, y en los pinos cercanos pudimos observar mitos, herrerillo capuchino, herrerillo común y carbonero garrapinos.


En la playa también nos sorprendió la presencia de una collalba gris.

Collalba gris (Oenanthe oenanthe)

Como el recorrido y el paisaje fue muy sorprendente y bucólico, decidimos inmortalizar el momento con una foto de grupo.


Para rematar la jornada, como era el último día en el que íbamos a estar todos juntos (unos partían a la mañana siguiente y otros nos quedamos un par de días más), nos fuimos a cenar al Restaurante Arco Iris, en Praia do Lago, donde degustamos algunos de los exquisitos productos del mar, bien regados con los vinos de la tierra. Un fenomenal broche, para unas fenomenales vacaciones.


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