miércoles, 15 de septiembre de 2021

Viaje a Galicia (Muxía y alrededores) 3

Serían las 15:00h cuando arribamos de nuevo al puerto de Muxía. Todavía con las emociones a flor de piel por las observaciones realizadas, ahora apremiaba la prisa para celebrarlo comiendo en algún restaurante del pueblo. Aunque era tarde, conseguimos que nos atendieran y nos acomodamos en una de las terrazas. Rememorando los diferentes momentos de la excursión, no podía faltar la anécdota del papamoscas cerrojillo. Estando a unos 10-12 Km de la costa, un pequeño papamoscas se posó en la barandilla de la embarcación a una distancia de un metro aproximadamente de la persona más cercana. Después de un ratín, emprende vuelo, volviendo de nuevo a la embarcación, posándose a unos 25cm de mi brazo, para de nuevo volar entre la niebla. 

Papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca)

Recapacitando, comenzamos a valorar las dificultades y la crudeza de la migración. Si no han comido suficiente, si han sufrido molestias en sus lugares de sedimentación y si factores meteorológicos, entre otras cosas, no les acompañan, muchos de estos pajarillos se quedan por el camino.
También ese comportamiento nos da pie a pensar sobre la hipotética llegada de algunas rarezas a tierras europeas, donde, especies extenuadas en su migración, pueden llegar a posarse en embarcaciones que las trasladan hasta la otra punta del mundo, donde con mucha suerte, son capaces de recuperarse.
Tras la comida y el madrugón, el cuerpo nos pedía siesta.
La planificación de la tarde consistía en dar una vuelta por las pasarelas de madera a las afueras de Muxía.
En la arena de la desembocadura de un pequeño arroyo, descansaban varias gaviotas patiamarillas, sombrías y reidoras, encontrando también algún gavión. Más adelante algunos andarríos chico se movían por la orilla.

Andarríos chico (Actitis hypoleucos)

Varias tarabillas comunes reclamaban y algún escribano soteño nos entretenía en un arbolillo junto al recorrido.

En una de las playitas descubrimos unos 15 chorlitejo grande.

Chorlitejo grande (Charadrius hiaticula)

Y entre ellos, un correlimos común que hundía su pico en la arena en busca de pequeños invertebrados marinos.

Correlimos común (Calidris alpina)

Mientras recogíamos los bártulos y nos disponíamos a volver al alojamiento, un grupo de garzas reales nos despedía desde el dormidero que se estaba formando en árboles del otro lado de la carretera.

La mañana del 28, la comenzamos de nuevo en Muxía, en busca de una nutria que se estaba viendo en el puerto. Tras una primera prospección sin éxito, nos trasladamos a la zona exterior del espigón. Desde allí, observamos un grupo de cormorán moñudo que descansaba en las rocas.

Cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis)

Además de varios vuelvepiedras, chorlitejo grande y algún correlimos, las rocas proporcionaban un lugar seguro de descanso y limpieza al voluminoso gavión atlántico.

Gavión atlántico (Larus marinus)

Desde este punto de observación, detectamos con suma alegría la presencia de algunos cetáceos que de vez en cuando asomaban sus aletas, en alguna ocasión cerquita de pequeñas embarcaciones.


Con total tranquilidad y ajenos al interés que estaban despertando entre nosotros, seguían adentrándose en la bahía, por lo que decidimos acoplarnos al final del espigón.


Desde allí jadeábamos cada salto y cada cabriola que realizaban, no sabemos si como parte de la acción de pesca, o por puro juego, lo cierto es que nos proporcionaron muy buenos y sorprendentes momentos.




Llegaba el momento de irnos retirando para desplazarnos a la ría del Anllóns, pero antes, paradita de nuevo en el paseo marítimo junto al puerto.


La suerte hizo que la nutria se dejara ver en esta segunda intentona. Se encontraba nadando y pescando. Se le debió dar bien la pesca, porque a la tercera o cuarta zambullida, dejamos de verla, lo que nos hizo pensar que pescó con éxito y se refugió en algún lugar poco visible a comer tranquilamente.



Nuestro siguiente destino era el estuario del Anllóns, parando en primer lugar en el paseo marítimo de Cabanas. Era ya media mañana, y la marea estaba bajando. Varios centenares de gaviotas descansaban en los bancos de arena que estaban quedando al descubierto, y en las inmediaciones, tres espátulas se alimentaban.

Espátula (Platalea leucorodia)

Entre las limícolas, destacaba la presencia de varias decenas de zarapito real y trinador. Igualmente numerosos, buscaban alimento por las orillas varias decenas de archibebe claro.

Archibebe claro (Tringa nebularia)

Un poco alejado, descubrimos un par de aguja colipinta y descansando en la orilla, un único archibebe común.

Archibebe común (Tringa totanus)

Donde todavía el agua tenía cierta profundidad, comprobamos la capacidad de pesca del cormorán grande y las enormes dimensiones de los pescados que son capaces de tragar.

Cormorán grande (Phalacrocorax carbo)

Cormorán grande (Phalacrocorax carbo)

Y un grupo de ostreros que estaban en la lejanía, deciden cambiar de lugar de alimentación, eligiendo para tal fin, una isleta de tierra que estaba cerquita de la orilla.

Ostrero (Haematopus ostralegus)

Ostrero (Haematopus ostralegus)

La comida decidimos hacerla en el propio paseo, en plan bocata, con vistas a la ría y con los prismáticos cerca. Un par de charránes patinegro llamaron nuestra atención con sus chirriantes reclamos, y en el cielo, silencioso, disfrutamos del paso de un halcón abejero.

Abejero europeo (Pernis apivorus)

Nos desplazamos a Ponteceso donde nos dividimos, unos a tomar café, otros a seguir pajareando a la zona de marisma.  En la pequeña zona de carrizal que hay en el comienzo del recorrido, varios picos de coral se movían, mostrándose bastante esquivos. Solo el compañero Pedro consiguió fotografiarlo, lástima que lo pilló de espaldas.

Pico de coral (Estrilda astrild)

Aunque la idea era buscar limícolas (la cosa estaba floja), solo andarríos chico y algún archibebe, dedicamos el tiempo a intentar avistar rascones, que por el número de reclamos escuchados, parecían numerosos en la zona.


El esfuerzo mereció la pena. Algunos cruces fugaces de individuos a la carrera entre zonas de vegetación nos hacía pensar que sería difícil, pero la paciencia dio sus frutos. Primero se dejó ver un juvenil.

Rascón europeo (Rallus aquaticus)

La insistencia hizo que también descubriésemos a varios adultos en las zonas menos tupidas de vegetación.

Rascón europeo (Rallus aquaticus)

El avistamiento de un martín pescador, un azor en vuelo que provocó la alarma de un bando de paloma torcaz, y un último intento de ver bien a los picos de coral, pusieron el punto y final a la visita del Anllóns.
De aquí nos desplazamos a Cabo Vilán, en la localidad coruñesa de Camariñas. Ornitológicamente tuvo una destacada importancia como lugar de cría de las escasas parejas de gaviota tridáctila y arao común que se reprodujeron en territorio español. En la subida observamos algunas aves menos "exóticas" como colirrojo tizón, tarabilla común, papamoscas cerrojillo, collalba gris y un fugaz torcecuellos.
Desde arriba, la niebla agrandaba la fama atribuida al paraje, como uno de los tramos más peligrosos de la Costa da morte.




Los 125 metros de altura del acantilado en los que se yergue el faro, proporcionan el disfrute de unas increíbles vistas.



El intenso día, merecía un feliz final, y que mejor manera que rematar con una buena cena conjunta. 
En todo grupo hay maestros parrilleros, representados en nuestro caso por Arsenio y César.


El resto animamos y preparamos nuestras mejores viandas, además de disfrutar de una araña que decidió cenarse una especie de tábano en agradable vecindad.




Estas reuniones de final de día son un colofón fundamental para disfrutar, en el que hablamos de temas varios, nos reímos y hacemos "familia".



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