martes, 4 de octubre de 2022

De Fermín y otros congéneres

La historia de Fermín o del búho real urbano, viene desde el año 2020, en pleno confinamiento, cuando nuestro compañero Arsenio lo detectó en un tejado de los adosados del Mirador, cerca de la calle Tomás Bretón 

Durante el otoño-invierno de 2020, le localizamos ubicado en los pisos en construcción (abandonados) del antiguo campo de fútbol del Colmenar, en la corredera, desde donde se desplaza y se le ve y escucha, por diferentes zonas de Colmenar.

Después de perderle la pista durante algún tiempo, en diciembre de 2021 volvimos a localizarlo en la torre de la Basílica, donde estuvo casi una semana, desde donde reclamaba y consiguió atraer una hembra. Desgraciadamente no debieron encontrar las condiciones necesarias para criar en tan espléndido lugar.

Después de otro largo periodo sin saber de él, este verano ha vuelto a irrumpir con fuerza, dejándose ver descansando en pinos de la piscina municipal, en Vistanevada, en urbanización Santa Lucía y escuchado por los Residenciales y Fuentesanta. Muchos vecinos disfrutaron atónitos de su belleza.

Y últimamente, hemos tenido un par de días en los que le hemos podido ver de nuevo en la Basílica. 

Aquí hemos podido constatar, que no todos los búhos que se han visto son Fermín, de hecho, debe haber varios individuos diferentes.

El 24 de septiembre, nuestra compañera Ana María, nos enviaba las fotos de los restos de un individuo encontrado muerto en el Alto Eugenio.


2-3 días después, nos llegaba un vídeo de los agentes forestales, de la liberación en el campo, de otro búho real rescatado en un jardín de Colmenar Viejo, de donde era incapaz de salir volando.
Por último, dos avistamientos, de posiblemente otro individuo, en la Basílica.
El pasado jueves 20 de octubre, nuestro compañero Manuel, nos daba el aviso. Rápidamente nos desplazamos hacia la Basílica, y allí estaba, en un ventanuco descansando.


De vez en cuando, algún ruido le hacía desperezarse y deslumbrarnos con sus increíbles ojos anaranjados.



No tenía mayor preocupación, se sentía seguro en las alturas, aunque en varias ocasiones oteaba todos los alrededores en todas direcciones para seguir constatando que no había ningún peligro.





El día estuvo fresco, e incluso cayó algo de lluvia, lo que le hizo permanecer impertérrito en el improvisado escondrijo.


Al atardecer, esto nos narraba Arsenio acompañado de otras personas que no quisieron pasar la oportunidad de observar a este imponente depredador: 

"Varios compañeros coincidimos ayer, sobre las 7 de la tarde, en el entorno de la iglesia observando al búho real. Se recogió una egagrópila en el suelo.

A la media hora se desplazó al tejado del cole de enfrente; a los 10 minutos voló de nuevo al tejado de la iglesia donde fue acosado por urracas y un cernícalo.  Después quedó tranquilo.
Sobre las 9 regresamos al lugar y ya no observamos su presencia en esa zona del tejado".



Cuatro días tuvieron que pasar para volver a relocalizarlo en la Basílica. El pasado lunes 3 de octubre, sobre las 9 de la mañana fue localizado por Begoña, en el mismo ventanuco de la ocasión anterior. Poco después, quizás acuciado por el calor y el sol que le pegaba de lleno, se desplazó a la zona oeste del templo, acomodándose sobre un nido de cigüeña bajo la espadaña y una campana. Ahí fue localizado por Juanjo. Las urracas también le tenían localizado y aunque suelen ser muy poco beligerantes con la especie, en esta ocasión no le molestaron mucho.





En la sombra que le proporcionaba la nueva ubicación, descansaba ajeno a sonidos de campanas.



Aunque de vez en cuando, el vuelo de palomas, o ruidos procedentes de la calzada, le hacían ponerse en guardia.


Al atardecer ahí seguía, vigilante, con los ojos abiertos, ya mucho más activo. A las 19:55h emprendió el vuelo hacia la zona de la Casa de la Juventud/Magdalena.


El vuelo de algunas cigüeñas que ya estaban cómodamente en sus dormideros y de grupos de palomas espantadas de los tejados, nos hizo sospechar que debía andar por la zona. Un par de reclamos me llamaron la atención, y al salir a la terraza, ahí estaba, en lo alto de un tejado de la calle Extremadura, de donde volvió a volar hacia el sureste, no volviéndolo a detectar más en la noche.


Se da la circunstancia, que el domingo 2 de octubre, nuestros compañeros Manuel y Carmen, además de algún vecino, escucharon el lúgubre canto de un cárabo que estuvo posado unos segundos en una chimenea de la calle Pedro López. El cárabo es una especie de búho, más pequeño que el real, y de hábitos más forestales, que en estos momentos también realizan movimientos para encontrar nuevos territorios.

Un lujazo y un disfrute el poder ver y escuchar a estas especies en pleno casco urbano.

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