Como tenía la mañana libre, me acerqué para observarle y fotografiarle mejor. Se mostraba bastante tranquilo, y ni el sonido de las campanas, le hacía inmutarse.
La lluvia de la tarde, tampoco le hizo abandonar el lugar, y aguantó estoicamente. Ni siquiera la llegada masiva de cigüeñas a dormir en las espadañas, le hizo inquietarse lo más mínimo.
La caída de la noche, le hizo activarse, y tras un pequeño vuelo, se encaramó en un lateral de la cruz que corona el pináculo de la torre, donde mezclado con los villancicos del Pósito Municipal, dejó su canto en repetidas ocasiones, no por la alegría de las fiestas, sino más bien por el celo que marca su ciclo biológico.
En la mañana de hoy, 24 de diciembre, nochebuena, lo hemos relocalizado de nuevo descansando. Con prismáticos, y cierta pericia, ahí estará, para quien lo quiera disfrutar.
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