miércoles, 2 de octubre de 2019

Luciérnagas

Hace ya un par de meses, nuestras inquietudes por conocer nuestro entorno y sus habitantes, hizo que programáramos una salida para intentar descubrir si había luciérnagas en Colmenar Viejo (Madrid). 
Las luciérnagas son escarabajos, (Lampyridae), de la superfamilia (Cantharoidea). Alrededor del mundo se calcula que hay más de dos mil especies de luciérnagas, casi todas ellas viven en las zonas tropicales y subtropicales. Sólo unas pocas especies se encuentran en Europa. En España (en la revisión de los coleópteros del Paleártico, Geisthardt de 2007), se han identificado 8 especies. 
En nuestras latitudes, estos bichitos se observan sólo en verano, desde finales de junio y hasta principios de agosto.
Las luciérnagas aman la humedad, por lo que se asientan sólo en áreas algo húmedas, y es allí, donde  las hembras y larvas depredan y se alimentan de las larvas de invertebrados, especialmente de pequeños caracoles y babosas (se calcula que durante el desarrollo de una larva de luciérnaga, esta puede comer más de setenta caracoles). De ahí que sean muy beneficiosas para la agricultura, siempre y cuando no se utilicen pesticidas. De hecho hay pruebas que cuando un campo se cultiva con agricultura ecológica, al cabo de unos años vuelven a aparecer las luciérnagas que habían desaparecido por el uso de agroquímicos.

Con estas premisas, ajustamos nuestra búsqueda a principios de agosto y por una calleja con cierta humedad.

Luciérnaga. Foto: Samuel de la Torre.

La jornada nocturna transcurría tranquila, escuchando el reclamo del alcaraván y del mochuelo y con la emoción y la indefensión que nos proporciona la oscuridad de la noche. Aunque los minutos pasaban, no perdíamos la esperanza de encontrar alguna luciérnaga y avanzábamos entretenidos con escarabajos, arañas y el enigmático grillotopo, del que escuchábamos su ensordecedor y chirriante reclamo, pero no lográbamos ver, sólo conseguíamos descubrir sus madrigueras en el suelo desde donde emiten el ensordecedor sonido. Ya finalizando la jornada, en el suelo, entre las ramas de un majuelo, logramos percibir el brillo característico de una luciérnaga. La emoción era desbordante, la habíamos descubierto. Todos los presentes disfrutamos del momento con gran alegría.


Luciérnaga. Foto: Azucena Bermejo

Las luciérnagas tienen órganos lumínicos especiales situados bajo el abdomen. Cuando absorben oxígeno, éste se combina dentro de las células especiales con una sustancia llamada luciferina y reacciona produciendo luz sin apenas generar calor.
La luz de la luciérnaga es por lo general intermitente, y brilla de un modo específico en cada especie. Cada forma de brillar es una señal óptica que ayuda a las luciérnagas a encontrar posibles parejas. Los científicos no saben exactamente cómo regulan los insectos el proceso de encender y apagar su luz.
La luz de la luciérnaga podría servir también como mecanismo de defensa, al emitir una señal clara de que el insecto no es un bocado apetitoso. El hecho de que incluso las larvas sean luminiscentes parece apoyar esta teoría.
El rasgo característico de todas las especies españolas es que la capacidad de bioluminiscencia se expresa sólo en las hembras y en concreto se produce en los últimos segmentos de su abdomen, los cuales resultan brillantes en la oscuridad. Esta capacidad bioluminiscente está ligada pues a la atracción sexual de las hembras, cuyos ejemplares no tienen capacidad de volar como los machos. Las hembras no tienen alas (son ápteras) y con aspecto de larva, aunque en algunos géneros pueden apreciarse pequeñas alas vestigiales.

Luminiscencia de una luciérnaga. Foto: Azucena Bermejo.

Desgraciadamente, las poblaciones de luciérnagas están disminuyendo en todo el mundo.
En la oscuridad de la noche, nuestras luciérnagas van desapareciendo como la mayoría de los insectos. Además de estar afectadas por la mortalidad causada por el uso de pesticidas, se añaden otros factores letales como el incremento de la iluminación artificial nocturna, que atrae a los machos y les hace malgastar su energía cortejando a una lámpara, y la destrucción de su hábitat natural.  Hoy la luciérnaga no es más que una víctima de nuestra insostenible forma de vida.
Esperemos poder disfrutar de estos maravillosos bichitos en las frescas noches colmenareñas durante bastantes años, aunque la predicción es poco halagüeña.

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