El pasado domingo nos dimos una vuelta por la dehesa. Aunque me había puesto el despertador muy tempranito, la pereza me pudo, lo apagué y me dí la vuelta. A las 8.30h noté fresquito y al asomarme a la ventana ví que estaba nublado. Pensé que era un día que no se podía desperdiciar, así que rápidamente cogí la mochila y me planté en la entrada de la dehesa. Desgraciadamente esta situación meteorológica duró poco y en menos de una hora despejó y empezó el calor así que decidí hacer el recorrido buscando las sombras de los árboles y mucho recorrido por el cauce seco del arroyo Tejada. Cómo siempre, a quien nos gusta el campito, no salimos decepcionados de andar por él. Esta variación de recorrido me dió la oportunidad de encontrar bastantes rastros debajo de posaderos de rapaces como milano negro, milano real, ratonero y águila calzada. Lo primero que me llamó la atención fue encontrar junto a plumas de paloma torcaz, este pequeño peluche, que podría parecer un pequeño roedor y que alguna de las rapaces habría capturado y transportado hacia el posadero para luego darse cuenta, afortunadamente, de que no era comestible.
También descubrí este craneo de conejo, pieza fundamental en la cadena trófica de todos los depredadores de nuestra dehesa.
Menos visibles, pero el descubrir una mano de rata, nos confirma su presencia en el lugar y la buena labor que hacen también las rapaces en su control.
También las abubillas son depredadas. Por su menor abundancia lo son en menor medida que palomas torcaces y urracas.
Y un joven críalo no pasó de varios meses de edad. En el mismó lugar donde nació, le sorprendió la muerte.
La fase de dispersión juvenil es una de las más críticas para la fauna.Tampoco se salvan de la muerte algunos depredadores. Encontré restos y plumas de un milano negro que no pasó con éxito la fase de dispersión.
A las 16:10h con mucho calorcito y por circunstancias que contaré en la siguiente entrada, daba por finalizada la jornada.
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