El pasado 7 de marzo, realizamos una salida en busca de anfibios. Más concretamente buscábamos deleitarnos con los sapos corredores (Bufo calamita), que en estas primeras noches con temperaturas suaves, después del frío invierno, comienzan a estar muy activos en busca de perpetuar la especie.
Nada más llegar a la charca, observamos como los sapos se acercaban por los caminos de tierra desde sus escondites diurnos debajo de alguna piedra.
Al poco, ya pudimos disfrutar de varios machos cantando en la charca, intentando hacerlo lo más alto posible, más que los demás contrincantes, para asegurarse la reproducción.
Entre persecuciones de unos machos a otros, conseguimos localizar a una pareja en "amplexus torácico".
Los machos de anuros (ranas y sapos), para reproducirse, sujetan a las hembras, ayudándose de unas callosidades rugosas que tienen en los dedos, los brazos y la garganta, dependiendo de la especie. Este "abrazo del sapo" se conoce como amplexus y puede ser de dos clases: axilar o torácico cuando el macho sujeta a la hembra por las axilas o inguinal o lumbar, cuando lo hace a la altura de la región lumbar. Así el macho espera a que la hembra suelte los huevos para rociarlos con su esperma, por lo que la fecundación es externa.
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