viernes, 3 de junio de 2016

"Cucos"

En España tenemos dos especies de cucos: el críalo europeo (Clamator glandarius) y el cuco común (Cuculus canorus). La peculiaridad de estas especies de cucos es su estrategia reproductora, basado en la parasitación de nidos de otras aves.
El críalo, está especializado en parasitación de córvidos, principalmente urracas. Este cucúlido es capaz de alimentarse casi en exclusiva de orugas de todo tipo, incluso las que están protegidas por sustancias tóxicas o pelos urticantes. España cuenta con la mayor población europea de la especie, unas 55.000 parejas, que, por el momento, no parecen presentar graves problemas de conservación.
Es un ave de tamaño medio, morfológicamente muy semejante al cuco, del que se diferencia por su aspecto más esbelto, por tener una cola más larga y por el colorido del plumaje. Este es de tono marrón grisáceo en las regiones dorsales, que aparecen salpicadas de motas blancas, al igual que ocurre con las plumas del ala. La zona ventral es de color blanquecino, con la garganta teñida de ocre-amarillento. En la cabeza luce un capirote de color gris plateado —que remata en una pequeña cresta ligeramente eréctil— y un anillo ocular rojo. El joven presenta una coloración incluso más vistosa que los adultos, pues exhibe un intenso color achocolatado con abundantes motas blancas en el dorso y unas regiones ventrales blancas, que se tornan amarillo-ocráceas en pecho y cuello. Las plumas de vuelo poseen un vistoso color rojizo, en tanto que el capirote es negro y el anillo ocular más conspicuo que el de los adultos .


Críalo europeo (Clamator glandarius)


La especie se distribuye por diferentes regiones del centro y sur de África, con algunas poblaciones aisladas en el norte del continente, así como en Oriente Medio. En Europa es un ave estival que aparece en diferentes regiones de la cuenca mediterránea, como la Península Ibérica, Turquía, el sur de Francia, Italia y Chipre. La subespecie presente en Europa y la mitad septentrional de África es glandarius.
Se distribuye por gran parte del territorio peninsular, si bien resulta muy escaso en toda la franja norte y Galicia. Asimismo, evita las áreas montañosas de gran altitud. En la mitad sur presenta una distribución bastante fragmentaria, aunque puede ser abundante en algunos puntos. No aparece como reproductor en Canarias, Ceuta y Melilla; en Baleares se encuentra ocasionalmente, pero no cría.
 Las poblaciones asentadas en las áreas más distantes de distribución de la especie —esto es, las mediterráneas y las surafricanas— se comportan como migradoras e invernan en las regiones tropicales de África, donde coinciden con la población residente local. La migración posnupcial es bastante temprana en el caso de las poblaciones reproductoras del hemisferio norte, ya que puede iniciarse en el mes de julio, aunque se prolonga hasta septiembre. El retorno a las áreas de cría se verifica ya a lo largo de febrero.
Se estima que la población europea se sitúa en 56.000-71.000 parejas reproductoras, la mayoría de las cuales (55.000-64.000) se localiza en nuestro territorio. Aunque falta información para establecer una tendencia poblacional general, algunos trabajos han documentado incrementos de más del 25%

Críalo europeo (Clamator glandarius)

El críalo se instala en lugares donde abunden las especies a las que parasita, en particular, la urraca. Por tal motivo, es más frecuente en áreas abiertas o semiarboladas, con campos de cultivo, bosquetes de diferentes especies (preferentemente pinares), dehesas, vegas y paisajes agrarios en
mosaico, desde el nivel del mar hasta los 1.300 metros de altitud.
Se alimenta, básicamente, de orugas de mariposas y polillas, incluidas las especies dotadas de defensas urticantes o tóxicas a las que no acceden otras aves, gracias a lo cual evita la competencia por los recursos alimenticios. Es habitual que frote contra el suelo o la corteza de los árboles a ciertas orugas —como la procesionaria del pino, una de sus presas habituales— para despojarlas de los pelos urticantes y minimizar así sus desagradables efectos. El espectro alimentario de este cucúlido se completa con hormigas, saltamontes, moluscos y algún pequeño vertebrado.
La especie practica lo que se denomina nidoparasitismo, es decir, deposita sus huevos en el nido de otra ave —normalmente, una urraca—, que hará las veces de hospedadora, incubando y posteriormente alimentando a los descendientes del críalo, que evitará de este modo la costosa inversión energética que supone sacar adelante una nidada. La biología reproductora del críalo está estrechamente ligada al ciclo vital de la urraca, de manera que cuando estas comienzan a realizar sus puestas, se desencadena en la hembra del parásito un mecanismo fisiológico que la lleva a producir un elevado número de huevos, gracias a lo cual una sola pareja de estos cucúlidos puede parasitar en una temporada hasta 25 nidos de urraca. Los huevos —que imitan a la perfección a los de la especie parasitada— han de colocarse en el nido seleccionado durante la ausencia de sus propietarios. Para lograrlo, es frecuente que el macho de críalo atraiga la atención de la pareja de urracas, momento que aprovecha la hembra para depositar de uno a tres huevos en el nido de los córvidos, no sin antes dañar o tirar una parte de la puesta legítima, preparando de este modo el camino a sus descendientes. Tras un periodo de 11-15 días de incubación por parte del huésped, eclosionan los huevos parásitos con un adelanto de cinco o seis días frente a los de urraca. Los pollos de críalo suelen acabar pronto con las crías de urraca que han llegado a eclosionar, aunque no empujándolas fuera del nido como hace el cuco, sino mediante competencia por el alimento o por asfixia y aplastamiento gracias a su mayor grado de desarrollo y corpulencia. Los jóvenes intrusos exigirán incesante y vehementemente los cuidados de la pareja parasitada durante algo menos de tres semanas y se unirán, unos pocos días después de abandonar el nido, a sus padres biológicos, junto a los que emprenderán la migración hacia África. Además de la urraca —especie seleccionada con más frecuencia—, el críalo también puede parasitar a otros córvidos, como cornejas, arrendajos o rabilargos.

Críalo europeo (Clamator glandarius)

Se considera una especie amenazada en su conjunto, que ya ha desaparecido de algunas de sus áreas de reproducción (como el norte de África). En nuestro territorio, en cambio, debido a la abundancia de las especies parasitadas y a la gran diversidad de hábitats que ocupa, el críalo no parece presentar especiales problemas de conservación, aunque sus poblaciones pueden fluctuar de unas temporadas a otras. Aparece incluido en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas en la categoría “De interés especial”.
En cuanto al cuco,  decir que sus peculiares hábitos reproductores, basados en el parasitismo, constituyen, sin duda, la principal seña de identidad de este pájaro migrador e insectívoro, cuya dieta se basa en el consumo de larvas de diferentes lepidópteros. Más de un centenar de especies de pequeñas y medianas aves insectívoras pueden llegar a ser víctimas del sorprendente comportamiento parásito de este popular cucúlido.
Esta ave, de tamaño medio y aspecto estilizado, se caracteriza por poseer una larga cola y unas alas apuntadas, por lo que su silueta puede confundirse en vuelo con la de una pequeña rapaz, como el cernícalo vulgar o el gavilán. En la coloración del macho dominan los tonos grises, sobre todo en el dorso, la cabeza y el cuello. Por su parte, las regiones ventrales son blancas, pero finamente barreadas. La hembra puede lucir dos tipos de plumaje: uno grisáceo, muy parecido al del macho, y otro rojizo, bastante menos frecuente que el anterior. Los inmaduros se asemejan en parte a las hembras de fase rojiza, aunque tienen las plumas orladas de blanco y una característica mancha blanca en la nuca.

Cuco común (Cuculus canorus)

La especie se encuentra muy ampliamente distribuida por gran parte de Europa, Asia y el norte de África. El área de invernada se localiza en el África subtropical y meridional.
En nuestro país está presente la subespecie bangsi, una de las cuatro reconocidas, extendida también por el norte de África. Con la única excepción del archipiélago canario y Melilla, se puede considerar que el cuco es un residente estival en la práctica totalidad de nuestro territorio, donde evita, sin embargo, las más altas cumbres montañosas, las regiones muy deforestadas, los paisajes subdesérticos y las zonas excesivamente urbanizadas.
Especie estrictamente migradora, toda la población del Paleártico occidental —incluidos los individuos del Magreb— pasa la estación desfavorable en zonas tropicales o subtropicales del continente africano. La migración posnupcial acontece en agosto y septiembre, en tanto que el regreso a las áreas de cría tiene lugar alrededor del mes de abril.
En Europa se estima una población reproductora de 1,4-4 millones de parejas, mientras que el contingente español se ha calculado entre 143.000 y 320.000 parejas. La tendencia poblacional en nuestro país durante las últimas décadas no está muy clara, pues los trabajos existentes al respecto son parciales y siguen metodologías dispares. En conjunto parecen indicar un descenso poblacional del que la especie comienza a recuperarse, tal y como se desprende de los datos obtenidos por el programa SACRE, donde se ha documentado un incremento del 37% para el periodo 1998-2005.
Cuco común (Cuculus canorus)

Ocupa toda clase de ambientes forestales, con independencia de la densidad del arbolado, del grado de madurez del mismo y de la especie forestal dominante, de manera que puede instalarse tanto en bosques cerrados de encinas, robles, pinos o alcornoques, como en dehesas, sotos fluviales, hayedos, quejigares o abetales. Alcanza las máximas densidades, sin embargo, en formaciones de tipo atlántico. Por otro lado, parece bastante común en las inmediaciones de humedales con abundante vegetación palustre, donde habitan varias de las aves a las que suele parasitar con mayor frecuencia.
Presenta una dieta netamente insectívora y basada en el consumo habitual de larvas de diferentes especies de lepidópteros (mariposas), incluidas las que disponen de mecanismos de defensa, como pelos urticantes o sustancias tóxicas. También consume escarabajos, saltamontes, grillos, lombrices y algún pequeño vertebrado.
La estrategia reproductora del cuco se basa en el nidoparasitismo, es decir, en depositar sus huevos dentro del nido de otra especie, la cual se encargará de la incubación, el cuidado y la manutención de la descendencia del parásito. Cada hembra de cuco produce una gran cantidad de huevos —hasta 25—, que serán colocados de uno en uno —rara vez dos— en nidos previamente seleccionados. Si la pareja propietaria no detecta la intrusión, incubará el huevo parásito —que imita en diseño y colorido a los propios— durante 12 días. La eclosión del cuco suele anticiparse varios días a la de los pollos legítimos, lo que le permite deshacerse del resto de los huevos o de los polluelos recién nacidos, que serán arrojados fuera del nido por el intruso. A partir de ese momento, el joven cuco recibirá en exclusiva todas las atenciones de los propietarios del nido asaltado, a los que, con frecuencia, supera considerablemente en volumen (dibujo 5). La estancia del cuco en el nido se prolonga durante 13- 20 días, tras los cuales emprenderá una vida independiente. Cada hembra de cuco se especializa en parasitar a una especie en concreto —probablemente la misma que la crio—, por lo que manifiesta una extraordinaria capacidad para imitar con gran perfección sus huevos. Se han documentado más de 100 especies parasitadas, y entre las más frecuentes se encuentran el acentor común, el carricero común, el petirrojo y el bisbita común.
Debido a su peculiar estrategia reproductora, el cuco resulta poco sensible a las alteraciones del hábitat, si bien a escala local puede verse afectado por los incendios forestales, las transformaciones agrícolas, el uso de insecticidas —que disminuyen la oferta de presas— y la eliminación del arbolado en riberas y setos.
Cuco común (Cuculus canorus)

Mención especial merecen, por las repercusiones negativas que acarrean para la especie, los esfuerzos que se realizan para erradicar las orugas de procesionaria del pino, que constituyen un recurso alimentario de primera magnitud para esta ave. No se descarta, por otro lado, la existencia de problemas de conservación y amenazas tanto en sus áreas de invernada como a lo largo del prolongado viaje migratorio. En el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas se incluye en la categoría “De interés especial”.

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