José García-Pozuelo: Naciste y te criaste en Madrid, pero desde joven descubriste tu pasión por la naturaleza y salías de la gran ciudad para buscarla. ¿Dónde ibas y cómo llegabas? ¿Tuviste algún maestro o compañero?
Juan Varela: Yo salía a la sierra de Madrid con amigos del colegio y poco a poco me fui interesando por la Naturaleza, las plantas, los insectos y las aves. Compré mi primera guía Peterson en su segunda edición española y la edición francesa de la guía de mamíferos de Barruel. Cuando empecé la carrera me dediqué durante un tiempo a la entomología y después me pasé a las aves, haciéndome socio de SEO mucho más tarde.
JG-P: ¿Qué consejo darías a los jóvenes que quieran iniciarse en el estudio y disfrute de la naturaleza?
JV: Hoy existen varias asociaciones que organizan salidas al campo con monitores y muchas buenas guías de campo de animales y plantas, así que resulta fácil aprender y relacionarse con gente con nuestras mismas aficiones. SEO es la principal organización en este sentido
JG-P: ¿Ya hacías tu pinitos artísticos sobre la naturaleza en esas escapadas?
JV: Yo dibujaba en casa, ya que pintar del natural era difícil en aquellos tiempos salvo en los zoológicos. Los prismáticos eran caros y no había telescopios en España. Piensa, además, que ir por el campo con prismáticos y apuntando cosas resultaba sospechoso a la guardia civil. Los primeros prismáticos me los trajeron de Canarias y eran unos Zenith japoneses grandes y pesados.
JG-P: Te licenciaste en Biología en la Universidad Complutense de Madrid y por aquel entonces el dibujo era una de las asignaturas de la carrera. Supongo que tú ya tendrías el tema dominado. Te imagino un Ramón y Cajal de las aves. ¿Cómo recuerdas tu paso por aquella asignatura?
JV: Fue relativamente fácil. Fue la única asignatura en la que saqué matrícula de honor en toda la carrera.
JG-P: Los que nos hemos licenciado después en esa facultad no hemos tenido el dibujo como asignatura. ¿Piensas que hemos perdido una parte significativa?
JV: Tal como estaba enfocada no supone una gran pérdida, se basaba en copiar láminas o algún objeto que llevábamos a clase. El verdadero valor del dibujo es que favorece la observación y la comprensión del medio natural. Dibujar una animal del natural obliga a fijarse en su anatomía y conducta e interpretarla. Los geólogos siguen manteniendo esa habilidad
JG-P: ¿Qué artista puedes considerar es el que más te ha influido?
JV: Compré las guías de Lars Jonson en Estocolmo en el año 1980, la edición en sueco que venía dividida en cuatro libritos por ecosistemas. Me resultó de gran ayuda ver su forma de trabajar. También me interesa mucho el trabajo de Bruce Pearson o el de Kim Atkinson entre otros.
JG-P: En 1976 comenzaste tu trayectoria artística profesional colaborando con Félix Rodríguez de la Fuente en la Enciclopedia de la Fauna Ibérica. ¿Qué recuerdas de esos inicios?
Supongo que coincidirías con Rodriguez de la Fuente por cuestiones de trabajo. ¿Cómo era trabajar con él?
JV: Coincidimos poco, ya que yo no participaba en sus viajes. Mi labor era como ilustrador dentro del equipo editorial. Como persona era muy expansivo y meticuloso, me hacía sugerencias en temas que él conocía muy bien como la anatomía y actitudes de vuelo de los halcones y otras rapaces.
JG-P: Los primeros trabajos tuyos que conocí, siendo un niño, y sin saber quién era el autor, fueron los de los Cuadernos de Campo de Félix Rodriguez de la Fuente. ¿Qué ilustraciones realizabas en esos libritos?
JV: Yo era uno de los tres o cuatro artistas que participamos en los cuadernos. Hice dibujos a tinta china y algunos a color. Fue un trabajo duro porque coincidió con mi servicio militar y con encargos de trabajo para otra enciclopedia, de editorial Salvat si mal no recuerdo.
JG-P: A la vez que trabajabas ilustrando los libros de Rodriguez de la Fuente, seguías haciendo investigación ornitológica. ¿Cómo te organizabas para compatibilizar ambas tareas?
JV: Invertía una parte del dinero que ganaba como ilustrador en financiar una parte de los gastos de viajes, estancias y equipamiento. Los compañeros me llamaban de broma la Fundación Varela, porque, durante un cierto tiempo mientras estuvimos trabajando en las islas Chafarinas, adelantaba el dinero que luego pagaba la IUCN.
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