sábado, 6 de septiembre de 2014

Migración. Embalse de Santillana

Sabiendo que en Septiembre estamos con la migración a tope, nos hemos acercado al embalse de Santillana en Manzanares el Real (Madrid). Como siempre, no nos ha defraudado. Al irnos acercando, desde un fresno nos sale un milano real y a lo lejos miles de gaviotas reidoras y sombrías se desperezan en la orilla del embalse. En las praderas muchas lavanderas boyeras y en los árboles papamoscas cerrojillos y muchos más mosquiteros musicales. Están por todas partes.
Haciendo un barrido por las orillas, encontramos muchos andarríos chico, un par de andarríos grande y bastantes chorlitejos chico. Menos abundantes por estas tierras, descubrimos dos correlimos menudos, un archibebe común y un joven de combatiente.




Combatiente

También disfrutamos con los movimientos de pesca de un par de garcetas comunes. Algunas garzas reales descansaban, mientras cercetas comunes, frisos, cucharas y ánades reales se alimentaban en las orillas.
Observamos varios somormujos lavanco. Una pareja realizando movimientos tipo cortejo y otra pareja alimentando a un pollo. Además un total de 21 tarro canelo, bastante comunes en este embalse.
Como siempre, también pudimos disfrutar del ir y venir del Martín pescador.


Cornejas y grajillas andaban por las orillas. Una garza imperial y una garceta grande completaron los avistamientos de ardeidas. Un papamoscas gris, una collalba gris y dos tarabillas norteñas engrosaron la lista de pajarillos migradores en la zona. En cuanto a rapaces, además de los milanos reales, uno de ellos intentó llevarse en vuelo una gaviota sombría muerta, posándose a los pocos metros para comérsela en el suelo, nos acompañaron un grupo familiar de 4-5 aguililla calzada que reclamaban desde diferentes posaderos. Alguna vez observamos una pareja haciendo piruetas en el cielo, una de ellas de morfo oscuro. Y cuando ya nos ibamos, sorpresa. Descubrimos en vuelo un águila pescadora. Tenía hambre y quería desayunar. Delante de nosotros se puso a pescar. En total siete intentos. Cinco metiéndose en el agua para capturar un pez y dos picados abortados a pocos centímetros del agua. La dejamos en la lejanía, posada en una roca de la orilla del embalse, cogiéndo fuerzas para terminar en unos días su viaje migratorio.


Como siempre, los embalses no defraudan.

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